Lo cierto es que, si comprobamos las fechas de iniciación masónica, constatamos que los nombres más viejos en la masonería lo representan los de Cesáreo Lavandero (1918) y Del Valle Junco (1921). Luego, iniciados en 1922, figuran Corrales Sánchez; Corrales Huerta, Alfonso Benigno Naredo, Enrique Calle Revorio y, a partir de 1925, Aurelio Piñera Corrales, Luis Corrales Oro, que solicita la entrada, y Juan Rodríguez Naredo.
En consecuencia, existía en el concejo un grupo lo bastante nutrido como para empezar a dar los primeros pasos y llegar a constituir, en el lapso de unos dos o tres años, una logia cabranesa, si tomamos como referencia la fecha en que Cesáreo del Valle se inicia como masón, y si también Cesáreo Lavandero hubiera formado parte del proyecto, lo cual habría conducido a la frontera de 1925/1926, e incluso antes, a la posibilidad de una logia, beneficiada con la incorporación de masones de ultramar que, una vez regularizados sus títulos y grados en la masonería astur, hubieran dado un impulso importante al proyecto.
Pero las referencias son escasas y, por tanto, lo que podemos hacer es especular sobre un proyecto “que parecía estar hecho” y que, sin embargo, se fue quedando en el olvido sin que nunca más se supiera de él, ya que, por otra parte, a partir de 1925, vemos que, a la vez que surgen nuevos elementos, también hay otros que renuncian, pues a buen seguro que pesaba sobre ellos el impedimento de cotizar mensualmente a la Obediencia, además de tener que acudir a Gijón, una o dos veces al mes, para efectuar las tenidas.
El motivo que podría aducirse ante la evidencia de aquel proyecto cabranés, hay que buscarlo en varios parámetros, como pueden ser las difíciles y complejas relaciones personales de Cesáreo del Valle Junco y Cesáreo Lavandero con su entorno más inmediato. Téngase en cuenta que hay un numeroso grupo de masones en Villaviciosa y en Nava y, sin embargo, nadie acude en auxilio de los cabraneses, ni éstos parecen estar relacionados con los otros Hermanos en Villaviciosa y Nava. Cabe suponer que se veían, hablaban e incluso se acompañaban con motivo de sus periódicos desplazamientos a Gijón, pero poco más..
Además, en el proyecto estrella de los masones villaviciosinos, en el Ateneo Obrero tampoco se detecta la presencia de masones cabraneses echando una mano para lanzar el proyecto en que estaban empeñados unos cuantos masones de Villaviciosa.
Otro factor que no hay que no hay que desechar es que en el concejo de Nava están Rafael Zapatero y Gustavo Acebo, tirando en fechas parecidas, por otro presumible proyecto masónico. Alrededor de este proyecto tampoco es que se nucleara un importante número de hiramistas, pero no por ello cejan en su empeño. De todo ello parece desprenderse una realidad: los escasos talleres que se dan fuera de la órbita gijonesa. Oviedo termina contando con algún taller, pero algo más tardío. El desarrollo de la Gran Logia Regional del Noroeste no estaba muy por la labor de crear talleres fuera de su ámbito más cercano, pues, de otro modo, no se entiende cómo no se impulsa el taller cabranés, contando, además, con los efectivos que había alrededor.
Fuera como fuere, tal vez mediaban en la cuestión —más o menos solapadamente— la tradicional influencia de la Iglesia y sus relaciones con los distintos masones, así como las propias orientaciones políticas de cada grupo.
En conclusión, y pese al intento de Lavandero y Valle Junco, Cabranes nunca pudo contar con un taller masónico. Queda pendiente de estudio por parte de los investigadores locales la proyección social de aquel grupo de masones, y si éstos tenían ya constituido un “pul” de proyectos, o estaban implicados en los diferentes planes educativos que se dieron en Cabranes, donde, como se dijo en alguna intervención pública, se achacó su lanzamiento a la labor eclesial y, como se dice arriba, se mantiene sin despejar la implicación del magma masónico que existía en el concejo y su vinculación a los aspectos de sociabilidad que sostiene la acción masónica (V. G.).