Cabranes

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Escuela en Cabranes

 
1. Los inicios de la actividad escolar en el siglo XVIII 
Las primeras referencias históricas sobre la actividad escolar en Cabranes se retrotraen hasta el siglo XVIII, ya que está documentada la existencia de una Escuela de Primeras Letras en Viñón dedicada a impartir enseñanzas básicas y doctrina cristiana. Esta primigenia institución escolar estaba concebida como escuela de patronato, modalidad en la que un patrono benefactor legaba fondos, en dinero y/o en especies, para sostener el sueldo de un maestro y los gastos del material necesario. Con estas características se documenta en la Encuesta de 1774, encargada por el Consejo de Castilla —para que todos los ayuntamientos del Reino informaran sobre las instituciones y rentas destinadas a enseñanza y beneficencia—, el funcionamiento de la escuela de Viñón, establecida por el párroco en régimen de patronato con la renta de diez fanegas de pan y los réditos o intereses de un capital principal de 10 ducados, rentas reducidas para mantener entonces el sueldo de un maestro (Respuestas de las parroquias del Principado, Sección de Consejos Suprimidos, Legajo 661, n.º 2, folio 16, Archivo Histórico Nacional). El patronato quedaba vinculado a la parroquia, y los encargados de gestionar su continuidad deberían ser los curas posteriores de la misma, aunque la escasez de las rentas adjudicadas no garantizaba supervivencia, ya que el escaso sueldo percibido forzaba a que el supuesto maestro hubiere de dedicarse simultáneamente a otras actividades (escribano, capellán, barbero, campesino). En la citada Encuesta de Beneficencia y Enseñanza de 1774 figuran también otras instituciones benéficas existentes en Cabranes, como son dos Obras Pías, una en Santa Eulalia, administrada por el Ayuntamiento,que repartía anualmente 230 reales entre los pobres, y la segunda en Pandenes, fundada por Bartolomé García Arboleya, destinada a cuidar huérfanos, y un lazareto, instalado en Fresnedo, en un local propio muy deteriorado. También se registran varias cofradías, con fines mixtos entre la beneficencia y la fiesta religiosa: la de Nuestra Señora del Rosario en Santa Eulalia, las de Nuestra Señora del Carmen y de las Ánimas en Viñón y la de Nuestra Señora de la Asunción, en Fresnedo.
Posteriormente, las reducidas rentas de la escuela de Viñón se extinguieron, ya que aparece citada en 1850 como “indotada”, o sea, carente de ingresos propios. Una escuela similar, fundada previa donación, funcionó también en Torazo gracias a un legado religioso que cedió a tal fin tierras de labor en el pueblo con unas rentas anuales de 23 fanegas de escanda, producción que permitía mantener el sueldo de un maestro en la época (Pascual Madoz, Diccionario Geográfico Histórico, p. 409). Los bienes y rentas, escasas pero significativas, de estas instituciones protectoras perdieron vigencia e importancia con el paso de los años y, finalmente, las fincas vinculadas a las Escuelas y a las Obras Pías fueron vendidas en la segunda fase de la desamortización, que se inició por Madoz en Ley de 1 de mayo de 1855 y se aplicó a lo largo de todo el siglo XIX, lo que afectó negativamente a las escuelas de numerosas poblaciones.
 
El funcionamiento de las llamadas Escuelas de Primeras Letras del siglo XVIII se adaptaba a los ciclos agrarios con el fin de combinar la asistencia a la escuela con el trabajo infantil en el campo, por lo que las escuelas eran temporeras y funcionaban solamente durante el invierno, entre seis u ocho meses al año (desde Todos los Santos hasta el primero de mayo o hasta el día de San Pedro) dependiendo del dinero disponible para pagar al encargado o maestro sin título, que en los contratos de la época aparecía como “maestro de medio año”. En este tiempo, las enseñanzas impartidas eran las mínimas para que los niños obtuvieran una alfabetización básica (entender y firmar papeles) y se podían resumir en los preceptos de aprender a “leer, escribir y contar”: la lectura en documentos notariales, la escritura en la pizarra, las cuentas (sumas y restas) de memoria, firmar y escribir frases cortas en papel con plumín y recitar oraciones religiosas. Este modelo escolar se adaptaba perfectamente a la Asturias rural por la escasa inversión requerida para que cada aldea tuviera un maestro sin que los niños se vieran obligados a desplazarse, y permaneció en las zonas de media y alta montaña hasta bien avanzado el siglo XX de la mano de los “maestros babianos”, genérica identificación de todos los maestros no titulados procedentes de la zona leonesa y que eran contratados en las “ferias de maestros” (Gera y Lete, en Tineo) por su idoneidad para enseñar a escribir un castellano correcto, sin los modismos de cada bable local.
Durante la primera mitad del siglo XIX subsistió el modelo tradicional de la Escuela de Primeras Letras sostenida por los vecinos que encargaban la función de enseñar a un maestro sin título, seleccionado por ellos mismos, al igual que el tipo de enseñanza a impartir (la meramente básica e imprescindible para que el niño pudiera afianzarse en operaciones básicas) y el calendario de la misma, siempre adaptado a las labores campesinas y a la necesidad ineludible de contar con la colaboración de la infancia en las labores ganaderas y agrícolas. Todas las referencias que se conservan de este período describen tal modelo de “escuela vecinal”, como se refleja en la descripción que el Diccionario Madoz (página 97) realiza de las escuelas del concejo de Cabranes: “Hay en todo el distrito siete escuelas de primeras letras, frecuentadas por crecido número de niños de ambos sexos, cuyos maestros se hallan suficientemente dotados por los fondos públicos y con las retribuciones de los concurrentes”. Información similar se obtiene de las escuelas de Santa Eulalia, aunque en este caso se precisa que el dinero con el que se pagaba a los maestros procedía de los ingresos comunitarios: “Hay dos escuelas de primeras letras frecuentadas por 120 niños de ambos sexos, cuyos maestros se hallan dotados por los fondos comunes, y con las retribuciones de los concurrentes”. En el citado Diccionario se registra un total de cinco escuelas en Cabranes (SAT. Eulalia, Viñón, Torazo, Fresnedo y Gramedo) en las que figuran matriculados 338 niños y niñas, con mayoría de los primeros. Todo apunta a que tales escuelas se sostenían con rentas del común (alquiler de pastos, venta de arbolado) más una cantidad a prorrateo que abonaban los padres de los niños matriculados. Aunque no se hace ninguna referencia a los locales escolares, es de suponer que los mismos fueran espacios improvisados e inadecuados, como los atrios de las iglesias, el local consistorial o tendejones de particulares, y que los llamados maestros fueran personas sin título, dedicadas además a otros variados menesteres, tal como se confirma en algunos testimonios de la época:
 
“A mediados del siglo pasado las dos o tres escuelas que había en el concejo estaban desempeñadas por Maestros, cuyos sueldos no excedían de 25 a 30 duros al año, si bien es cierto que para desempeñar tal cargo sólo se les exigía saber leer regular, escribir mal y contar peor, causa por la cual el 95 por 100 de los cabraneses eran analfabetos… Hacia el año 1840, don Juan Fernández Arango ejercía los cargos de Secretario del Ayuntamiento, Secretario del Juzgado municipal y Maestro de Santa Eulalia, pero como todos estos cargos no le daban lo suficiente para malamente vivir, hubo dededicarse al oficio de madreñero” (“De ayer a hoy”, artículo de Jesús Arango Álvarez, El Eco de Cabranes, n.º 121, de 25 de julio de 1914).

2. La primera red escolar pública
Dos legislaciones simultáneas del nuevo Estado Liberal alteraron el marco jurídico en el que se desenvolvía la escuela en España durante el siglo XIX: la ley Moyano, que fijaba el número de escuelas en relación con la población, y la norma desamortizadora de Madoz, que incautó las propiedades vinculadas a las escuelas a cambio de unos títulos de deuda pública carentes de valor a causa de la crisis crónica de la hacienda estatal. La supresión de las rentas propias implicaba transferir a los Ayuntamientos la obligatoriedad del mantenimiento de la enseñanza primaria, mientras que la media y superior se financiaban desde las Diputaciones y desde el Ministerio de Fomento, respectivamente, instituciones mucho más capaces económicamente que los arruinados municipios. La aplicación de esta legislación significaba romper con el modelo escolar anterior (rentas procedentes de propiedades vinculadas a las escuelas, fondos de origen comunal, dependencia del colectivo vecinal) y atribuir al Ayuntamiento la obligación de sostener las escuelas, bajo el control de las Juntas Locales de Primera Enseñanza, y previa delimitación de unos distritos escolares en razón de la población: en los municipios de 3.000 habitantes, el Ayuntamiento estaba obligado a dotar una Escuela Completa de Niños y una Completa de Niñas (con sueldo de 2.500 reales cada una) y en el resto de los pueblos Escuelas Incompletas Mixtas (sueldo de 1.000 reales), tal como se establecía en el Arreglo Escolar posterior, negociado entre el rector de la Universidad de Oviedo y el Ministerio de Fomento.
 
Como el objetivo era disponer de una escuela por cada 500 habitantes, en el caso de Cabranes, con un censo de 3.500 personas a mediados del siglo XIX, las siete escuelas en funcionamiento (las cinco yacitadas más las de Pandenes y Madiedo) cumplían con los requisitosque marcaba la Ley Moyano, aunque aumentaba la cantidad a invertir por el municipio a 10.000 reales (2.500 pesetas), una cantidad elevada para las reducidas arcas municipales. De hecho, en 1857 el municipio sólo gastaba 2.000 reales en concepto de sueldo de maestros, cargo que ocupaban algunos vecinos “ilustrados”, tal como refleja el Acta de la Junta Local de 1ª Enseñanza: “En 1857 acordó el Ayuntamiento aumentar a 2.000 reales la retribución, considerando la Junta que los maestros de este concejo son labradores al mismo tiempo y que la mayor parte de ellos tienen unos limitados conocimientos y otros tienen poco esmero en el cumplimiento de su deber. La Junta conviene en que los maestros se hallan bien pagados con la dotación que tienen consignada” (Acta de 29 de enero de 1864). Como prueba de la limitada preparación de los maestros, hay un documento de 1886 en el que se registra el examen realizado a Bernardo Miranda, vecino de Santa Eulalia, solicitante de un certificado de aptitud para aspirar a una plaza de escuela incompleta, en el que se le exigen los siguientes conocimientos, por cierto sin éxito, ya que no superó la prueba: “En papel pautado escribió el alfabeto mayúsculo y minúsculo[…] en otro pliego de papel blanco escribió algún párrafo que dicto el maestro examinador. A continuación se le hicieron algunas preguntas de doctrina cristiana y se le señalaron algunos párrafos de lectura en prosa y verso que leyó, además de algunos párrafos manuscritos… Se le mandaron también resolver cuatro operaciones preliminares en la aritmética, en todo lo cual invirtió una hora” (Acta de la Junta Local de 28 de septiembre de 1886).
Los fondos municipales destinados a sufragar las escuelas de Cabranes en el último tercio del siglo XIX señalan que todavía los padres debían colaborar con cuotas especiales para pagar los sueldos de los maestros, pues el ayuntamiento no aportaba las 2.500 pesetas necesarias, sino solamente 1.380 pesetas en 1870, cantidad que fue aumentando en la década siguiente hasta alcanzar las 3.440 pesetas, a repartir entonces entre nueve escuelas, ya que la red escolar se había ampliado en dos nuevas unidades. Con todo, el esfuerzo municipal en sostener la enseñanza primaria era cuantioso, pues los gastos de este capítulo (sueldos, material y, posteriormente, alquileres) ascendían al 33% del gasto total municipal (2.381 pesetas de unos gastos globales de 8.125 pesetas), porcentaje que debió ir aumentando paulatinamente, al igual que lo hizo el presupuesto educativo (ver cuadro).
 
Tabla3

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A pesar de realizar un desembolso elevado para mantener la red escolar, Cabranes llegó a finales del siglo XIX con una grave deficiencia en materia educativa, como era la carencia de los locales adecuados para impartir enseñanza, aspecto que no regulaba la Ley Moyano y que comenzó a ser controlado por la Inspección de Primera Enseñanza de cada provincia. Así, en la visita del Inspector Rafael García al concejo en 1879, se resaltaba la carencia de locales-escuela en la zona, donde funcionaban dos escuelas en los atrios de la iglesias (una en Santa Eulalia y la de Viñón) y el resto en locales inadecuados por su tamaño y condiciones: “En el pórtico de la iglesia donde se presta la enseñanza es casi imposible todo adelanto” (Acta de la Junta Local de 30 de agosto de 1879). La principal consecuencia de esta situación era un elevado absentismo escolar, tal como resaltaba el cura párroco de Santa Eulalia en su informe a la Junta Local en 1891: “Estas circunstancias y la falta absoluta de abrigo en los pórticos es causa de que la asistencia de los niños sea muy escasa, sobre todo en invierno, en cuya época sus padres se abstienen de mandarlos a ellas por temor a que contraigan alguna enfermedad” (Acta de la Junta Local de 23 de octubre de 1891). Dos años después se desplomaba el techo del local de Torazo y los niños de dicha parroquia también tuvieron que recibir enseñanza, durante cinco años, en el pórtico del templo parroquial. Para solventar tan importante deficiencia se instruyó en 1890 un expediente (con presupuestos y planos de los locales a construir) para solicitar las subvenciones estatales oportunas al Ministerio de Fomento, sin que las gestiones dieran ningún resultado: “Porque las subvenciones sólo las consiguen los que tienen papá político, y los cabraneses, aunque creíamos tenerle, y con él estábamos orgullosos (pobres cándidos), siempre estuvimos más solos que los tristes incluseros” (El Eco de Cabranes, n.º 13, de 10 de noviembre de 1906). La desconfianza respecto al papel del Estado se acentuaba en cuanto que el Ministerio de Hacienda no pagaba los intereses de las inscripciones de instrucción pública pendientes, láminas de deuda pública recibidas tras la incautación de las fincas pertenecientes a la escuela de Torazo.
También la Inspección se dedicaba a difundir el resto de las normativas de obligado cumplimiento: el calendario anual, la jornada (seis horas de enseñanza en los días lectivos, el horario partido (de 9 a 12 y de 12,30 a 15,30), la inversión en material y la obligación de pagar por parte de los hijos de padres pudientes (dos reales mensuales por niño). El principal punto de conflicto residía en el calendario, de compleja adaptación a las necesidades agrarias, pues las clases comenzaban en octubre, mes en el que, según los maestros del concejo, no se podía contar con los niños en la escuela: “En las escuelas rurales se está en la costumbre inmemorial de darles vacación en octubre para la recolección de frutos, indispensable para los padres de familia” (Acta de la Junta Local de 18 de febrero de 1869).
 
A principios del siglo XX, la red escolar no se había modificado sustancialmente, y en 1900 se censaban en el concejo de Cabranes 3.635 habitantes y había seis escuelas de niños y tres de niñas, que atendían a 399 alumnos matriculados, de los que 209 eran niños (52%) y 190 niñas (48%), porcentaje que suponía la mayor proporción de población femenina matriculada de toda Asturias, solo superada por el concejo de El Franco (Canella Secades, F.: Historia de la Universidad de Oviedo…, página 722). La estadística positiva de escuelas y de niños y niñas matriculados se ensombrecía con la descripción realizada por el Rector de la Universidad de Oviedo, Fermín Canella, sobre las lamentables condiciones en las que se desenvolvía la enseñanza debido a la carencia de locales adecuados:
“Había seis escuelas de niños y tres de niñas en pésimo estado. No existe en este concejo ni una sola casa escuela, dándose la enseñanza en los atrios de las iglesias o locales malos y alquilados. Son muy frecuentes las vacantes de personal… aunque el municipio invierte importante cantidad de su presupuesto en enseñanza. Don Bernardo Sánchez donó modernamente doscientos pesos fuertes con destino a la Escuela de Torazo” (Canella Secades, F.: Historia de la Universidad de Oviedo…, página 473).
El resto de los informes de la época apuntan los mismos defectos en la red escolar de Cabranes, con descripciones de los locales escolares que reflejan un evidente “pauperismo escolar”, a pesar del tono irónico que envuelve algunas descripciones:
“La de niños de Santa Eulalia se halla instalada, provisionalmente, desde hace seis años, en una sala de la casa consistorial… La de niñas del mismo pueblo está instalada en una salita de la casa que habita la profesora, local capaz para ésta y una docena de niñas; asisten en algunas épocas de 50 a 60 niñas… En Fresnedo, el alquiler del local destinado a escuela de niños es barato; se enseña en el pórtico de la iglesia; dos o tres tablas carcomidas, agujereadas y mugrientas constituyen el material fijo… La escuela de niñas es la sala reducida y oscura de un viejo y destartalado caserón en cuya cocina llueve, nieva, graniza y azota el viento poco menos que a campo raso… Material fijo: las barandillas del ruinoso corredor y el fino tallado de la oscura sala… Mixta de Madiedo: en una salucha donde podrían estar malamente el Sr. Maestro y una docena de discípulos, se revuelven, como en un hormiguero, 40 ó 50 alumnos de ambos sexos… Mixta de Viñón: nada tiene que pagar el Ayuntamiento por el local destinado a escuela, pues no es otro, que el mismo pórtico de la iglesias, situada entre dos ríos y cercada de montes; allí pasan alumnos y profesor inviernos felices entre hielos eternos. Material fijo: la cerca del pórtico… Véase pues como vivimos en materia de instrucción pública no obstante satisfacer el Ayuntamiento por tal concepto unas cinco mil pesetas. Esto en el siglo XX, sucesor del de las luces” (El Eco de Cabranes, n.º 29, de 10 de julio de 1907).
 
Todas las referencias documentales y periodísticas de principios del siglo XX inciden en la misma problemática: deplorables condiciones materiales de las escuelas, asistencia reducida (en Viñón, en1903, cada niño asistía como media 10 días al mes, y en Torazo, de 100 alumnos sólo acudían a la escuela una docena en 1904), escasez de material e interrupción constante de la actividad educativa, ya fuera a causa del local ya por las frecuentes vacantes de maestros no cubiertas, tal como reseña la Junta Local en 1903: “Estar cerradas casi siempre la mitad de las escuelas del concejo” (Actade la Junta Local de 25 de junio de 1903). La única novedad positiva fue la puesta en marcha de una escuela de adultos en Santa Eulalia con 50 alumnos y buenos resultados académicos.

3. La labor de propaganda de El Eco de Cabranes
No es de extrañar que el punto de inflexión de la“penuria escolar” toque fondo en 1906, año en el que surge El Eco deCabranes, ya que, a partir de esta fecha, se asiste a una constante y permanente inversión en infraestructuras educativas con participación de todos los sectores sociales del concejo, vecinos y emigrantes, gracias a la labor de difusión en pro de la escuela realizada por este medio y al recurso permanente del “amor a la tierra”, como palanca para aunar voluntades positivas en favor de la instrucción. Tal voluntad colectiva reformadora no constituye un hecho aislado sino que se inserta en el espíritu regeneracionista que se extiende por toda España durante la primera década del siglo XX, debido a la labor de un amplio colectivo de propagandistas de procedencia intelectual (Joaquín Costa, Los escritores de la Generación del 98). La incidencia del espíritu regeneracionista se incentivó en Asturias con la incorporación incondicional al mismo del componente americano que, además, impulsó y financió la puesta en marcha de periódicos locales, auténticos motores de la reinversión en educación, ya que los “americanos” conocían por propia experiencia las dificultades añadidas que deparaba la vida a una persona carente de instrucción. Las numerosas publicaciones locales que surgieron en Asturias en el tránsito entre siglos se explican por la necesidad de trasladar a los emigrantes las novedades de la “patria chica”, además de mostrar los progresos y cambios que se producían en la misma gracias a la labor mancomunada de los presentes y de los ausentes (carreteras, escuelas, fuentes, lavaderos, cementerios, electricidad). Esta función la cumplió con holgura El Eco de Cabranes, al igual que otros medios locales de la época (El Oriente Asturias, de Llanes, El Auseva, de Cangas de Onís, La Maniega, de Cangas del Narcea, El Eco de Navia, etc.), aunque resalta que de todos los concejos que tuvieron prensa local propia, el de Cabranes era el más reducido en población y extensión, aunque con un fuerte colectivo ultramarino.
 
No hay que desdeñar tampoco el papel que cumplieron estos periódicos y revistas como incentivadores de la alfabetización, al despertar en la población la utilidad de la lectura para conocer sin intermediarios las noticias y, al mismo tiempo, impulsar la funcionalidad de asistir a la escuela. Buena prueba de la labor propagandística educativa de los medios locales es el hecho de que en todos los números de El Eco de Cabranes se reseñen noticias favorables a la instrucción, a la construcción de escuelas y a la dinamización de otras actividades culturales relacionadas (bibliotecas populares, conferencias formativas) y que en el mismo colaboren asiduamente los maestros de la zona, con nombre propio o con seudónimo. Así, en el n.º 1 de El Eco de Cabranes en la sección “Carta Abierta”, se describen las deficiencias de la red escolar, y en el n.º 2 se informa, en un artículo titulado “Adelante y viva Cabranes”, de la asamblea celebrada en mayo de 1906 para tratar de la reforma de los locales escolares, con participación de los munícipes, la Junta Local de 1ª Enseñanza, los párrocos, los mayores contribuyentes y comisiones de todos los pueblos. En esta asamblea de las fuerzas vivas se trató de la estrategia adecuada para construir casas-escuela en los pueblos de Santa Eulalia, Viñón, Torazo y Fresnedo, decidiendo que el Ayuntamiento solicitara un crédito de 20.000 pesetas, aprobado en Junta Municipal el 27 de octubre del mismo año, que tendría como fiadores a los vecinos del concejo, que se harían cargo, según sus posibilidades, de acciones-aval por valor de 50 pesetas cada una, suscribiendo los presentes el aval de casi la mitad del empréstito. Previamente, una Junta Vecinal nombrada al efecto había reunido fondos para construir la escuela de Pandenes con la subvención municipal de 580 pesetas y el resto de lo invertido en materiales y jornales (hasta 1.391,50) procedente, por iniciativa de Alfonso Soto, de una suscripción popular entre los vecinos, que también realizaron importantes prestaciones personales, finalizando la obra en febrero de 1907, con la destacada colaboración de José Coviella Riego, cabranés residente en Buenos Aires que donó crecidas cantidades tanto para la construcción como para la dotación de mobiliario escolar y de menaje.
 
Pero, sin duda, el edificio-escuela más emblemático de la primera década del siglo XX fue el de Viñón, que se construyó en sólo 16 meses sobre un solar cedido por el marqués del Real Transporte en febrero de 1907 y con planos del arquitecto provincial Javier Aguirre Iturralde, que concibió un edificio austero con líneas de imposta entre las dos plantas, que disponía de dos aulas en la baja, con cabida para 120 niños y niñas, y dos viviendas para maestro y maestra en la superior. Un mes después se aprobó el presupuesto de 11.747 pesetas, de las que 4.040 correspondían a labores realizadas por los vecinos en prestación personal y 7.707 a la obra que debía salir a subasta pública, que fue adjudicada a la baja a Carlos Argüelles, vecino de Siero, por 7.195 pesetas Las obras comenzaron en junio con la colocación de la primera piedra, pero como los fondos no eran suficientes se realizó una cuestación entre los vecinos, que aportaron 800 pesetas, más otras 100 entregadas por la Sociedad Minas de Viñón. La construcción finalizó en noviembre de 1908 con otra suscripción popular para comprar menaje y mobiliario. En un principio se habilitó como escuela sólo una de las dos aulas existentes, arrendado la otra a Bernardo Naredo, donde se instaló un comercio hasta 1919. La inauguración se realizó el 13 de noviembre de 1908 (El Eco de Cabranes, n.º 63, de 10 de diciembre de 1908) con una procesión cívica simbólica que partió del atrio de la iglesia, lugar donde se impartía la enseñanza hasta entonces, hasta el nuevo edificio escuela, donde intervinieron ante un numeroso grupo de vecinos, el párroco Lázaro San Martín, en nombre de los miembros de la Junta de Construcción, el inspector Francisco Carrillo Sagredo y el alcalde, Joaquín Álvarez de la Villa.
 
Los nuevos edificios, la llegada de maestros jóvenes y titulados con mejor preparación, la revalorización de la escuela por parte de todos los agentes sociales (la prensa, los emigrantes) y de las instituciones (el Ayuntamiento) produjeron un giro en la percepción de la actividad escolar, que no sólo superó el pauperismo anterior (locales al aire libre, maestros misérrimos), sino que convirtió a la escuela en un agente de modernización del territorio y en un motivo de orgullo entre los vecinos. Esta nueva concepción modernizadora de la instrucción se extiende, por primera vez, a la metodología empleada en la escuela, ya que los nuevos responsables de la misma (maestros, inspectores, munícipes) demandan unos métodos prácticos y poco memorísticos, tal como se aprecia en los primeros exámenes que realiza el municipio en las escuelas del concejo durante 1908, destacando la alta valía de dos profesionales: María Balbín, en la escuela de niñas de Naveda(Fresnedo) y Marcelo Gago, en la de niños de Torazo. En el Informe de la Junta Local de 1ª Enseñanza se reconocen los méritos de estos dos maestros porque, en el caso de la escuela de Fresnedo, la enseñanza “no es de modo rutinario y las niñas entienden perfectamente la contestación y las palabras que emplean”, y en la niños de Torazo “abundan las respuestas con aplomo y cabal conocimiento de las materias. El método educativo es práctico y el único que a juicio de la Comisión de Primera Enseñanza debería de adoptarse en todas las escuelas” (El Eco de Cabranes, n.º 55, de 10 deagosto de 1908).
Dos años después se realizaron exámenes en todas las escuelas del concejo con conclusiones desiguales que depararon buenos resultados en las escuelas unitarias de Santa Eulalia y Torazo, más en la de niñas de Naveda, y deficientes en las cuatro mixtas (Madiedo, Gramedo, Pandenes y Viñón) y en la de niños de Fresnedo, en la mayor parte de los casos afectadas por bajas continuadas del magisterio o por un cambio constante de los maestros titulares. Las diez escuelas volvieron a ser sometidas a un control académico (El Eco de Cabranes, n.º 107, de 31 de agosto de 1912) al finalizar el curso 1911-12 , con similares resultados en el nivel de instrucción (Muy Bien en tres escuelas, Regular en cuatro y Mal en tres) que se atribuían a las malas condiciones de algunos locales (muy deficientes los de niñas de Santa Eulalia, niños de Gramedo y mixta de Madiedo), al absentismo escolar (el 29% de los niños matriculados no asistían a la escuela), al abandono de algunos profesores, a causa de los frecuentes traslados e incidencias, y al escaso celo de la Junta Local de Primera Enseñanza, que no realizaba las funciones de vigilancia que le estaban recomendadas.

4. Las construcciones escolares y las aportaciones de los "americanos"
 
Además de la labor de promoción escolar desarrollada por la revista local, el segundo factor de gran repercusión en la mejora de la red educativa fue la aportación de los vecinos emigrados a América que, de forma individual y colectiva, realizaron variadas aportaciones para superar el retraso endémico de las escuelas del concejo. Durante la primera década del siglo XX, dichas aportaciones fueron el resultado de esfuerzos particulares pero en mayo de 1912 se constituyó el Club Cabranense de La Habana, se aprobó el Reglamento de la sociedad y por aclamación se eligió una Junta Directiva presidida por José Prida Villa, tras lo que se solemnizó la constitución de la sociedad con una gira en “La Tropical” en la que participaron 400 cabraneses (El Eco de Cabranes, n.º 103, de 26 de mayo de 1912). Desde sus orígenes, la sociedad planificó una intervención colectiva para impulsar la enseñanza, influidos sus miembros por la experiencia personal de haber padecido las deficientes escuelas del concejo:
“Los hijos de Cabranes que integramos este Club fuimos alumnos de esas escuelas, en ellas recibimos las primeras lecciones, que para muchos han sido las únicas que recibieran. Mucho ha mejorado la enseñanza oficial en estos últimos años, pero no tanto como es de desear y se hace preciso para cuantos han de ir a engrosar el número de emigrantes… Los que emigramos a estos países tenemos ocasión de apreciar cuánto vale una buena instrucción primaria y cuál es el desarrollo que alcanza en las distintas regiones de España” (El Eco de Cabranes, n.º 106, de 31 de julio de 1912).
“Pues por la poca instrucción que poseemos los que abandonamos esa querida tierra, nos vemos incapacitados para desempeñar cargos en el comercio y la industria, viéndonos en su defecto en la necesidad de trabajar como meros obreros, sirvientes, etc., etc., sin aspiraciones de ningún género para el porvenir” (El Eco de Cabranes, n.º 120, de 30 de abril de 1914).
La primera intervención de los emigrantes fue solicitar una memoria-informe con todos los datos pertinentes sobre el estado de la enseñanza en el concejo (condiciones de los edificios escuela, material, matrícula, asistencia, sueldo de los maestros, plan de estudios, etc.) y comprometerse a destinar “el 10 por 100 de la recaudación líquida para formar un fondo especial dedicado al fomento de la instrucción primaria en el concejo”. Como primera aportación se acordó destinar una cantidad anual de 300 pesetas para premiar a los niños y los maestros más significados, repartidas así: 25 pesetas para los dos maestros (mujer y varón) “que presenten el mayor número de alumnos mejor preparados en la enseñanza y las 250 restantes repartidas por iguales partes entre las seis parroquias del concejo, en forma que a cada una corresponda dos premios para niñas y dos para niños consistentes en metálico, libros, útiles, juguetes a juicio del delegado” (El Eco de Cabranes, n.º 120 de 30 de abril de 1914), cargo que el Club Cabranense de La Habana había adjudicado a Joaquín Álvarez de la Villa, persona que acompañaba a la Junta Local de Primera Enseñanza durante los exámenes que se realizaban en todas las escuelas del concejo a finales de curso.
 
Pero en el capítulo en el que destacaron los emigrantes fue en el de impulsar las construcciones escolares en el concejo, la asignatura pendiente en materia educativa, con donaciones individuales y colectivas, desde el Club Cabranense de La Habana y también por parte del colectivo emigrado a Buenos Aires, que servían para poner en marcha el proyecto, al que después se vinculaban el Ayuntamiento y los vecinos, colaboradores también tanto en metálico como con trabajo voluntario y otras aportaciones. Aparte de la limitación de los fondos disponibles, el principal problema que se detecta en el proceso de construcción radicaba en la elección adecuada del lugar de ubicación de la escuela de cada parroquia, ya que la dispersión del hábitat en la zona dificultaba la selección de un espacio adecuado para los distintos pueblos, pues si se localizaba en el lugar más habitado, se marginaba a otros barrios cuyo vecinos renunciaban a colaborar en el proyecto. Tras el primer impulso que recibió la red educativa de Cabranes en el quinquenio 1908-1913, el segundo período de desarrollo de la misma se producirá en la década 1920-29, tras el colapso económico de la Primera Guerra Mundial y la crisis posterior, al calor de la recuperación de la economía internacional durante el período de la Dictadura de Primo de Rivera que impulsó con distintas ayudas la inversión en obras públicas.
La política de creación de escuelas afectó solamente a la puesta en marcha de dos unidades escolares: una unitaria en Viñón, en noviembre de 1924, pasando la mixta a ser unitaria de niños, ubicada en el mismo edificio, y una mixta en Camás, de creación provisional en 1928, y definitiva en 1931, lo que implicaba el nombramiento de un maestro nacional para la misma. Con estas dos creaciones, la red escolar de Cabranes ascendía a doce escuelas, adecuadas en número para los habitantes del concejo, pero instaladas en locales vetustos y deficientes que, con frecuencia, eran clausurados por la Inspección educativa por no cumplir los mínimos exigibles para albergar a la infancia. Para resolver el problema, durante los años veinte se iniciaron varios proyectos de construcción de nuevos edificios escuela en Fresnedo, Camás, Gramedo, Santa Eulalia y Torazo.
 
En Fresnedo, la primitiva idea (1914) de construir un local-escuela para toda la parroquia se frustró por desavenencias entre los vecinos respecto al lugar más indicado para localizar el edificio. Posteriormente, los vecinos de Hería, Piñera, Naveda, Candones y Fresno decidieron seguir adelante con el proyecto y construyeron un buen edificio escolar en El Llano, inaugurado en 1928, mientras que el resto de los pueblos de la parroquia colaboraron a la construcción de otro local-escuela en Camás con la ayuda de los cabraneses de La Habana, aunque el edificio no se remató hasta 1952, tal como figura en la lápida conmemorativa. En la parroquia de Gramedo existía una escuela particular sostenida por los vecinos y el Ayuntamiento hasta 1920, ubicada en un edificio que fue reclamado judicialmente por los herederos del párroco, Alejandro Díaz. Para la construcción de una nueva escuela se contó con la aportación clave del Club Cabranense de La Habana y la colaboración especial del rector ovetense, Fermín Canella, en forma de mobiliario y de material pedagógico.
La iniciativa para construir dos escuelas en Santa Eulalia surgió en 1924, de la mano de Andrés Corrales, que ofreció desde México 5.000 pesetas, por lo que se compró un solar (1928), que no cumplía las debidas condiciones, y posteriormente un segundo solar, ya el definitivo. El Comité Pro Escuelas de Santa Eulalia reunió diversos fondos, que resultaron insuficientes, por lo que hubo de recurrir al Ministerio de Instrucción Pública, que en el otoño de 1934 concedió una ayuda de 26.000 pesetas (Gaceta de Madrid, de 12 de septiembre de 1934), limitada pero justa, ya que el municipio no había recibido ninguna subvención anterior, a diferencia de otros ayuntamientos mineros o rurales, tal como se reflejaba en la información de El Noroeste, de 30 de enero de 1935: “En el otoño pasado se nos concedió una subvención que no acaba de llegar… Todo lo que en Enseñanza tenemos se debe a nuestro propio esfuerzo, y esto nos induce a creer que tenemos bien merecida la ayuda del Estado”. Debido a la guerra civil, el remate de la construcción se retrasó varios años, hasta bien avanzada la década de los cuarenta.
 
El grupo escolar de Torazo se empezó a construir en 1926, con los consabidos apoyos de América, pero, al igual que el de Santa Eulalia, quedó sin acabar y sin fondos, por lo que en 1930 se pidió subvención al Estado, inicialmente denegada, y se consiguió la adhesión de Armando Palacio Valdés, que hizo una importante donación, tal como reflejaba el diario Región, de 4 de mayo de 1930. Tras la proclamación de la República, el proyecto logró una pequeña ayuda del Ministerio de Instrucción Pública para rematar el edificio (Gaceta de Madrid, de 18 de febrero de 1933), que se finalizó un año después bajo la dirección del arquitecto provincial Julio Galán.
Las constantes aportaciones de los emigrantes americanos y el papel decisivo del Club Cabranense de La Habana fueron objeto de reconocimiento por parte de las instituciones oficiales españolas, en especial de la Inspección Provincial, organismo encargado de vigilar la adecuación e higiene de las escuelas pero carente de fondos suficientes para mejorar sus condiciones materiales. No es de extrañar que el Inspector Carrillo Sagredo, en su obra El aporte de los indianos a la instrucción pública, realce su papel, al igual que lo hace el Inspector de la zona, Bernardo Ezquer, en su Memoria de Primera Enseñanza de la Provincia de Oviedo, correspondiente al año 1924, en la que describe la dura experiencia de la primera generación de emigrantes, con escasa o nula preparación cultural, como el factor que impulsó la inversión en locales escolares:
“El esfuerzo y sacrificio que se imponen estos nobles hijos de Cabranes, para que sus paisanos puedan tener buenas escuelas donde poder instruirse y educarse, es un motivo que halaga y satisface grandemente; pues a la par que prueban que reconocen el gran mérito que la Escuela tiene para el porvenir del hombre, conocimiento que han aprendido tal vez, por amarga experiencia en su vida, lejos de su país natal, dan con ello también una hermosa prueba de patriotismo, cosa que les honra en alto grado”.
 
Durante la Segunda República, la red escolar de Cabranes no experimentó modificaciones importantes (sólo se registra la creación de la escuela de Camás y la subvención de la de Santa Eulalia, ya citadas) a diferencia de lo que sucedió en la mayor parte de los concejos asturianos, debido a que el número de escuelas existentes era suficiente (doce aulas escuela) para la población escolar. Las principales novedades en este período se derivan de los cambios en las actividades instructivas, la fijación de plantillas de maestros mejor pagados y la mejora de las dotaciones de material escolar. Respecto al primer aspecto, hay que destacar el desarrollo en Cabranes del periodismo escolar, una forma novedosa de comunicación vinculada a la “escuela activa” que pretendía impulsar la expresión de los propios escolares y, al mismo tiempo, servir como medio de comunicación con su entorno. Con estos objetivos se editó, en la escuela de niños de Torazo, Eco Escolar, una publicación modesta de cuatro páginas, en formato de tabloide, bajo la dirección del maestro (Higinio Monte Cuesta, que sacó su primer número en enero de 1934 y mantuvo cierta continuidad hasta 1940. Esta experiencia, sin duda excepcional en las escuelas rurales, hay que relacionarla con el proyecto de periodismo escolar surgido anteriormente en varias escuelas de Piloña, desde donde en abril de 1933 se editó el periódico escolar El Amigo, impulsado por el maestro de Moro, Matías Martín Sanabria, con el fin de comunicarse con el resto de las escuelas del concejo y, en un segundo nivel, con las del partido judicial de Infiesto.

5. La segunda mitad del siglo XX: de la plena ocupación a la concentración escolar
La evolución de la red escolar de Cabranes en la segunda mitad del siglo XX ha estado directamente ligada a las alteraciones socioeconómicas que se han producido en el concejo, con una intensa demanda de escolarización, no siempre cubierta, en las primeras décadas y una caída de la misma a partir de 1960, en paralelo al proceso migratorio de las zonas rurales a los núcleos urbanos. En consecuencia, la actividad escolar de la zona ha pasado de mantener una red de doce escuelas rurales en la década de los años 1940-50, insuficiente para atender el incremento demográfico de las décadas siguientes (con máximos de matrícula en los años 1950-60) y excesiva al producirse el éxodo rural iniciado en los años 1960. Además, las reformas educativas del último tercio del siglo XX (la Ley General de Educación de 1970, con la implantación de la EGB.) dieron origen a una nueva organización pedagógica que forzaba el traslado a los nuevos grupos escolares, establecidos en las villas próximas, de parte del contingente infantil, provocando el abandono paulatino de las escuelas nacionales rurales, un proceso que se acentuó a finales de siglo con la concentración escolar y que ha provocado el cierre de la mayoría de las escuelas y la reconversión de los edificios escolares con nuevas finalidades
 
Tras la guerra civil, los principales cambios en la práctica educativa se produjeron en el terreno ideológico, incorporando las ideas dominantes del nacional catolicismo y estabilizando las plantillas de los maestros en unas escuelas que acogieron a máximos de población escolar en la década de los años 1940-50 (en Viñón había 75 alumnos entre niños y niñas, y en Santa Eulalia había una matrícula de 250 alumnos), dado el crecimiento demográfico experimentado en las zonas rurales durante esta época. El aumento de la población infantil motivó la puesta en marcha de expedientes para la creación de nuevas escuelas mixtas en Santa Eulalia (para los pueblos de Arriondo, Carabaño y Mases) y en Torazo (para atender a los niños de Cervera, La Cotariella y La Parte), ya que superaban la cifra de 30 niños en ambos casos. Más que de nuevas construcciones, en estos años de autarquía económica hay que hablar de obras de mantenimiento en los edificios escolares (en 1946-47 se reformaron los de Viñón, Gramedo y Camás), en las que, aún en esos años, seguía colaborando con aportaciones en metálico el Club Cabranense de La Habana, entidad que se autotitulaba como “Sociedad de Instrucción, Recreo y Beneficencia” en 1939, buen indicio de su orientación hacia la promoción de la instrucción primaria.
En las siguientes décadas y en el contexto político del primer y segundo planes de desarrollo se iniciaron importantes inversiones en la red escolar pública rural que en Cabranes se tradujeron en las reformas (Plan de 1958-59) de las escuelas de Santa Eulalia, Viñón, Fresnedo, Gramedo y Camás, con un presupuesto de 164.420 pesetas y en la construcción de dos nuevos edificios escolares en Pandenes y Madiedo. En la primera, se vendió el antiguo edificio escolar y se adquirió un nuevo solar, donde se construyó una nueva escuela en 1962, por un importe de 256.139 pesetas, inmueble que fue rematado un año después, con planos del arquitecto Manuel Bobes Ortiz. En el caso de Madiedo, el viejo edificio escolar construido por el Club Cabranense de La Habana fue vendido y sustituido por un nuevo local con escuela y casa de maestro en 1966, con un presupuesto de 348.918 pesetas, del que el 75% correspondió al Ministerio de Educación, bajo la dirección del mismo arquitecto.
A principios de la década de los años 70 seguían funcionando dos grupos escolares de dos unitarias cada uno en Santa Eulalia, Torazo y El Llano, más cinco escuelas mixtas en Viñón, Madiedo, Camás, Pandenes y Gramedo (la misma red existente en los años treinta del siglo XX, sin modificaciones), con un total de 150 niños y niñas para una población que había disminuido el 15%, de 3.501 habitantes en 1930 a 2.460 en 1970.
 
Tras la Ley de Educación de 1970 y la implantación paulatina de la Educación General Básica se inició el proceso de la concentración escolar, no sin variadas protestas, ya que parte del alumnado hubo de trasladarse a recibir enseñanza a los centros de EGB próximos de Nava, Villaviciosa e Infiesto, solicitando el Ayuntamiento la agrupación de todos los niños trasladados del concejo en el centro de Villaviciosa. La emigración y la fuerte caída de la natalidad, a consecuencia de la marcha de la población joven a las ciudades del centro regional, provocaron un intenso descenso del número de personas en edad escolar, con sólo 120 alumnos censados en el concejo durante el curso 1978-1979 e instalados en las tres escuelas que permanecían abiertas (Santa Eulalia, Fresnedo y Torazo), ya que el resto (Camás primero y, posteriormente, Viñón, Madiedo, Giranes y Pandenes) fueron cerrando sus puertas. Sin duda, la población escolar debía de ser superior, pues los niños y niñas del segundo ciclo de EGB (6.º, 7.º y 8.º) ya se desplazaban a los grupos escolares próximos.
La caída demográfica se aceleró en la década siguiente, y en el curso 1984-1985 se censaban solamente 46 alumnos (10 de párvulos y 36 del primer ciclo de EGB), agrupados en las escuelas citada, con un comedor escolar en las escuelas de El Llano (Fresnedo) y el consiguiente servicio de transporte escolar. En los años noventa del siglo XX, la concentración de todos los servicios escolares motivó la constitución del CRA (Colegio Rural Agrupado de La Coroña), en alusión a la cumbre Coroña de Castro o Monte Castro, punto divisorio entre Nava y Cabranes y probable asentamiento de los primitivos pobladores de la zona. Pertenecen al CRA de La Coroña las escuelas de Ceceda (Nava) y las de Santa Eulalia y Torazo, donde en el curso 2008-2009 estaban matriculados 28 niños y niñas pertenecientes a los niveles de Educación Infantil (3 a 5 años) y Educación Primaria (6 a 11 años), atendidos por un maestro y una maestra tutores y por profesores especialistas del CRA de otras materias (idioma, educación física, apoyos variados). La actividad educativa posterior, la ESO (Educación Secundaria Obligatoria), se imparte en los IES de Villaviciosa, Nava o Piloña, centros a los que se desplazan los alumnos de Cabranes mediante el transporte escolar en razón a su proximidad con cada uno de estos institutos.
La impronta de la intensa labor escolar que funcionó en Cabranes durante todo el siglo XX sigue patente en los edificios-escuela que permanecen en el concejo aunque reconvertidos a nuevas funciones (por ejemplo, la escuela de Fresnedo, instalada en El Llano, fue cerrada en el curso 2003-04 y rehabilitada como Centro Social y de viviendas sociales), que, como mudos testigos de una época pasada, refieren el interés por la educación de sus habitantes. Con el fin de mantener la imagen de la escuela nacional como instrumento de cambio y de progreso en las zonas agrarias de nuestra región, el edificio-escuela de Viñón se ha convertido en el Museo de la Escuela Rural de Asturias, un espacio destinado a recrear esta institución histórica con todo tipo de elementos de época (mobiliario, material, menaje, libros) y a evocar el peso de la escuela en la formación de varias generaciones de cabraneses y de asturianos.
 
Finalmente, la imagen de la escuela está presidida por sus maestros y maestras y, en Cabranes, algunos dejaron una marcada huella entre la infancia, por lo que es necesario recordar sus nombres, aun a riesgo de olvidar a otros que, sin duda, también podrían ser merecedores de figurar en esta cita final. En Santa Eulalia: Filomena García, Fernando Alonso Fernández, María Frómista, Manuel Martínez, María Luisa García, Mª Mercedes Huerta, Mariano Fuente Amor, Eduardo Madrera Huerta; en Torazo: Dolores Meana, Eloína Gutiérrez, Clementina Gutiérrez, Higinio Monte Cuesta, Dimas Corrales Crespo; en Fresnedo-Naveda, María Balbín y Severina Plaza; en Fresnedo: Honorina García Rodríguez; en Pandenes: Eduviges Simón, Rosario Gutiérrez Viñuelas; en Viñón: Hilario Villaverde, Inocencio Fernández y Maximina Otegui; en Gramedo: Antonio Solares, y en Madiedo, Rafael Fernández.

Fuentes. Actas de la Junta Local de Primera Enseñanza del Concejo de Cabranes (1864-1916); Eco Escolar (1934-1940); El Eco deCabranes, t. 1 (1906-1909) y t. 2 (1909-1914), Gijón, 1980; Memoria dePrimera Enseñanza de la Provincia de Oviedo correspondiente al año 1924 por elInspector de la 3.ª zona, Bernardo Ezquer; Junta Provincial de PrimeraEnseñanza de Oviedo, Concejo de Cabranes, Legajo 6.217, Sección E y C., ArchivoGeneral de la Administración; Respuestas de las parroquias del Principado deAsturias a la Encuesta de 1774, Sección de Consejos Suprimidos, legajo 661, n.º2, folio 16, Archivo Histórico Nacional.
Bibliografía. Anes Fernández, L.: Pobreza ybeneficencia en Asturias en la segunda mitad del siglo XVIII, Oviedo, 2000,302 pp.; Borque López, L.: El magisterio primario en Asturias (1923-1937),Oviedo, 1991, 444 pp.; Canella Secades, F.: Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito,Oviedo, 1903, 792 pp.; Castrillo Sagredo, F.: El aporte de los indianos a la Instrucción Pública, a la beneficencia y al progreso general de España y su historia hecha en“La Prensa” de Buenos Aires, Oviedo, 1926, 86 pp.; Madoz P.: DiccionarioGeográfico-histórico-estadístico: Asturias, Valladolid, 1985, 450 pp.; MatoDíaz, Á.: La escuela primaria en Asturias. Los procesos de alfabetización yescolarización (1923-1937), Oviedo, 1992, 572 pp.; Mato Díaz, Á.: Gijón:La Escuela del ayer (1900-1970), Gijón 2001, 191 pp.; Pérez Junco, E.: Cabranes: notas sobre historia, vida y arte del concejo,Oviedo, 1990, 478 pp.; Terrón Bañuelos, A., y Mato Díaz, Á.: Los patronos dela escuela, Oviedo 1996, 181 pp. (Á. M. D).
 
 

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