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SAN FRANCISCO DE PAULA.

 
(Paula, 1416-Tours, 1507). Santo italiano canonizado por el papa León X en el año 1519. Siendo joven, vistió el hábito votivo franciscano durante un año en el convento de San Marcos Argentano (Italia), lo que acrecentó la influencia franciscana de su formación. Retirado a llevar vida de ermitaño, pronto contará con un grupo de seguidores, guiados por su actividad taumatúrgica, para los que la Santa Sede aprueba en 1493 una Regla. Es la Orden de los Mínimos, que se extiende por Francia coincidiendo con su presencia en la Corte del rey Luis XI, en donde había sido requerido, precisamente por su fama de santidad.
En los primeros años del siglo XVI, la Orden entra en España y adquiere gran difusión, en parte debida a la predicación franciscana. Su reciente canonización, su fama de santidad, modo de vida y pobreza cercana al ideal franciscano hacen que se difunda el renovado mensaje de esta destacada y actual figura de la Iglesia.
Los franciscanos asturianos no son ajenos a esta nueva corriente, y en el proyecto que llevan a cabo, durante la Edad Moderna, de expandir su actividad misionera hacia el oriente regional, estimulan la devoción al nuevo santo de Paula. Su gran fundación la realizarán en Villaviciosa, no sin antes dejar su huella en otros municipios de la comarca, como Nava, Piloña y Cabranes. Precisamente, en la iglesia parroquial de la capital municipal de este último concejo, Santolaya, ya consta, según el inventario de alhajas de este templo, incluso en el Libro de Fábrica, que a finales del siglo XVII señala que “ay dos altares mirándose el uno al otro, en el uno ay un quadro grande de madera en questá la Soledad de Nuestra Señora, en el otro, otro del mismo género y marca en que está el seráfico San Francisco…”.
La devoción, por tanto, al santo de Paula en el concejo puede remontarse a esta época, llegando a constituirse en cofradía a mediados del siglo XVIII. De hecho, el 15 de marzo de 1768, el papa Clemente XIII expide en Roma un Breve a favor de la cofradía de San Francisco de Paula, erigida en la iglesia parroquial de Santolaya de Cabranes. Comprende dicho Breve “tres indulgenzias plenarias, siete años y siete quarentenas y sesenta días de relajazión”. El texto de dicho documento ofrece singularidades en cuanto a las gracias concedidas, su contenido no es común al resto de las cofradías conocidas, aunque es bien cierto que ésta es una devoción nueva en el panorama religioso de nuestra región y, como tal, tiene un tratamiento especial.
Las tres indulgencias plenarias podrán ser obtenidas por todos aquellos que "se alisten por cofrades", por los que invoquen el nombre de Jesús a la hora de la muerte y por los que visiten la capilla, altar u oratorio de dicha cofradía en la Domínica primera de mayo en que se celebra la festividad del santo titular.
Los siete años y siete cuarentenas las obtendrán los que visitaren la mencionada iglesia de Santolaya en los días quince de agosto, festividad de la Asunción, en el día en que se celebre la de Nuestra Señora del Rosario, “el 10 de diciembre, en que se solemniza la de Santa Eulalia, patrona de dicha parroquia”, y el día en que se celebre la festividad del Santísimo Sacramento.
El texto del Breve, por tanto, es muy peculiar porque incluso hace concesión de gracias a otras devociones parroquiales, tal vez porque el fervor religioso con el que nace esta cofradía de San Francisco de Paula puede poner en peligro de desaparición el culto de antiguas veneraciones como puede ser la de Santa Eulalia.
 
El 3 de mayo del año 1769, siendo cura de Santolaya D. Bernardo Álvarez Lavarejos, se dota a la cofradía de Constituciones, en las que se manifiesta que las singulares indulgencias de esta cofradía fueron conseguidas por “don Juan Álvarez Lavarejos y su mujer doña Joaquina de la Riva Calderón, vecinos de la ciudad de Oviedo […], por la devozión grande que con dicho santo tienen”.
En el transcurso de los siglos se ha podido confirmar, ciertamente, que la devoción a San Francisco de Paula ha ocultado incluso la advocación de Santolaya, titular de la parroquia, y en la actualidad la festividad de la localidad se celebra coincidiendo con este santo, representado por una talla de vestir del siglo XVIII, la única que se conserva de la época tras los acontecimientos de la pasada guerra civil. La finura y expresividad del rostro y las manos del santo nos ponen de manifiesto que se trata de una exquisita talla barroca, tal vez obra de Antonio Borja o de alguno de sus discípulos. La imagen se viste con hábito de ermitaño recogido con cíngulo y apoya su mano sobre bastón, tal como se conoce en la clásica iconografía, que fue sometida a restauración en el año 1941, por importe que ascendió a 500 pesetas y, asimismo, se le adquirió en ese mismo año un vestido de terciopelo que costó 250 pesetas (A. M. V.).

 
 

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