Enciclopedia de Cabranes.

La construcción de la iglesia de Santa Eulalia de Cabranes se remonta al siglo XV, sobre los restos de una iglesia románica de tipo renacentista. El templo tiene un campanario de planta cuadrada en el oeste. Los muros laterales de la nave se abren al exterior a través de cuatro ventanas rectangulares en cada uno de ellos, reforzados con contrafuertes.
Al edificio se accede a través de dos puertas. La más importante está en la fachada sur. De influencia románica, está rematado con un arco de medio punto, con grandes dovelas rodeadas por un guardapolvo y apoyadas sobre impostas sin ornamentación. Este modelo se repite en la puerta de la fachada oeste, aunque es de menores proporciones. Finalmente, un pórtico rodea las fachadas sur y oeste, apoyado sobre catorce columnas octogonales. Las esquinas, contrafuertes, ventanas y columnas del pórtico están trabajados en piedra. El resto de la iglesia es de mampostería enlucida.
El templo está compuesto de cinco naves, las dos primeras rematadas con crucería, y la principal recibe luz a través de cuatro ventanas rectangulares, situadas en la fachada sur. Una de ellas es saetera.

El campanario escuadrado y de pequeñas dimensiones. Está rematado de forma piramidal, con esquinales de madera. Tiene dos campanas y cuenta con tres ventanas, en las fachadas norte, sur y oeste, de ojo de buey, y otras dos de arco de medio punto en las fachadas norte y sur.
La iglesia está bajo la advocación de Santa Eulalia de Mérida. También se veneran en ella las imágenes de San José y San Antonio, situadas en el retablo principal. Al lado del Evangelio se sitúa, además, la imagen del Corazón de Jesús y, junto a la Epístola, la Virgen del Rosario. En el baptisterio, situado en la fachada norte, existe otra imagen de la Virgen de la Purísima Concepción. Finalmente, de la nave central cuelgan tres grandes lámparas de hierro forjado, cuyo autor es el artesano local Constantino Junco.
La iglesia de Santa Eulalia sufrió los avatares de la guerra civil. De su interior desaparecieron los retablos y el púlpito para abrir espacio a un almacén. La reconstrucción y restauración de los ornamentos del templo fueron encomendadas a Luis Urraca, artesano e hijo, a su vez, del responsable de la anterior ornamentación. El altar, dorado al agua y policromado, fue entregado para la celebración de San Francisco, imagen de cuya talla original sólo se conserva la cabeza (V. G. M.).