“Ama a los buenos, compadece a los débiles, huye de los malvados, mas no odies a nadie”. Esta máxima de moral masónica se explica por sí misma y no necesitamos de un gran esfuerzo para hacerla comprender. Pero sí debemos aclarar que al inducirnos a amar a los buenos quiere decir que nos unamos a ellos, que los incorporemos a nuestra brigada de hombres buenos y de buenas costumbres para hacer el bien a la humanidad. Compadece a los débiles quiere decir ayúdales, dales ánimos, fortalece su carácter. Hazlos fuertes si puedes. Este es tu de leer, y no dejarlos que se ahoguen en su debilidad moral. De los malvados no debe huirse, deben aislarse si no pueden o no quieren regenerarse. Y, por último, nos aconseja este precepto que no odiemos a nadie. Sublime y cordial consejo. Cuando aprendemos a no odiar a nadie estamos entrando por el camino de la mayor felicidad del hombre. Practíquenlo y verán qué tranquilidad de conciencia experimentan.
“Habla respetuosamente a los grandes, prudentemente a tus iguales, sinceramente a tus amigos y con ternura a los pobres”. También este precepto es comprensivo por sí mismo y apenas necesita explicación. Sólo diremos que debe hablarse respetuosamente a todos, grandes y chicos, fuertes y débiles, ricos y pobres, pues todos merecemos respeto y consideración. Lo que se diga o la forma en que se diga, ya está en relación directa con el efecto que queremos producir. Pero manifestarnos respetuosamente en todas las ocasiones es conquistar el respeto y consideraciónde los demás.
“No adules jamás a tu hermano, porque lo traicionas, y si tu hermano te adula, desconfía no te corrompas”
Esto nos pone sobre aviso del mal que producimos con la adulación y del daño que pueden hacernos los aduladores, que no deben confundirse con los amigos leales que reconocen nuestros méritos y nos señalan nuestros errores. La adulación a nuestros hermanos y amigos siempre es perjudicial, y a veces ocasiona males incalculables: no así la justa apreciación de su ejecutoria, que debemos reconocer y premiar, por lo menos con nuestra admiración.
“Escucha siempre la voz de tu conciencia”. Parece ser complementario del anterior precepto, es decir, nuestra conciencia es la que debe determinar el grado de admiración que debemos dedicara las acciones de nuestros hermanos. También ella debe ser juez de nuestra conducta, y nunca debemos realizar una cosa que nuestra conciencia nos rechace, si queremos estar tranquilos y en paz con nosotros mismos.
“Sé el padre de los pobres, cada suspiro que tu dureza les arranque, será una maldición que caerá sobre tu cabeza”. La miseria es una de las plagas más temibles y más frecuentes de la humanidad; y miseria y pobreza son palabras sinónimas. En primer término,debemos tratar de desterrarlas socialmente, pero mientras tanto socorramos al pobre de acuerdo con nuestras posibilidades; levantemos su espíritu y démosle facilidades para recuperarse: una palabra de aliento, un apretón de manos y un bocado de comida pueden ser la salvación de un alma abatida. Tú y yo lo podemos hacer, vamos a hacerlo, querido hermano.
“Respeta al extranjero y al viajero, porque su posición los hace sagrados para tí”. Los españoles exilados, tan numerosos en Cuba, son un ejemplo viviente de la magnitud de la moral masónica que hay en este humanísimo precepto puesto en práctica por los masones cubanos de toda la República. De ello debe sentirse orgullosa la Institución. ¡Cuántos comieron, durmieron y se encauzaron en la vida, gracias al esfuerzo y cooperación de nuestros hermanos! Así hay que proceder siempre, sin preguntarles de dónde vienen ni a dónde van. Son extranjeros o viajeros, prestémosles nuestra ayuda incondicional hasta donde alcancen nuestras fuerzas, y estaremos cumpliendo moral y materialmente con la Orden.