Pintor. Nace en Santa Eulalia el 19 de enero de 1963. El hecho de que en el entorno rural de Cabranes se encuentre con pintores en actividad (José Cuadra, Guillermo Simón, José Canellada…), propicia el incremento de su curiosidad hacia el mediopictórico, y así lo reconoce en estas palabras: “Yo creo que el hecho que realmente me "enganchó" ha sido realmente el ver pintar. Recuerdo los días de mi niñez en que, por la circunstancia que fuere, me encontraba justamente a la espalda del pintor, sin que él, aparentemente, se percatase de mi presencia. Yo entonces no entendía nada, no veía nada y, casi en el momento de alejarme de la contemplación de aquella expriencia nueva, empezaba a surgir ante mi imaginación la percepción de que en aquel conjunto de pinceladas, manchas y colores, en un principio caóticas, existían paisajes, árboles, sombras, casas, el cielo.., y aquel descubrimiento me pareció mágico.”
Por entonces, Monestina conoce a José Cuadra, estudiante de Bellas Artes y cuyo nombre ya ha adquirido cierta popularidad por su afición al arte. Cuadra le facilita el primer lienzo y sus óleos, y Monestina pinta en Arriondu su primer “cuadrucon manches”. Cursa el bachillerato en el Instituto de Villaviciosa y, siete años más tarde, se traslada a Bilbao, donde emprende los estudios de Bellas Artes. En aquel entorno universitario entabla contacto con artistas deprestigio y enriquece su formación. La convivencia con otros jóvenes de su misma inquietud, como Agustín Ibarrola, Darío Urzay, José Luis Tolosa o J. M.Lazkano, y el consiguiente intercambio de experiencias, motivaciones y conocimientos en aquel ámbito artístico, van afianzando definitivamente su vocación plástica.
Concluido el período universitario (se licencia en 1986, en la especialidad de Pintura), Monestina se traslada a Madrid, donde obtiene, por oposición, la plaza de profesor de Artes Plásticas de Bachillerato (1987). Asiduo escudriñador de salas de arte y de museos, se detiene, con especial interés, en El Prado, cuya sala de pinturas negras frecuenta, observa y analiza con particular admiración. De las vivencias asimiladas en aquella etapa surgiría posteriormente una serie de pinturas de carácter expresionista, oscuro, a veces tragicómico, y ello justifica el axioma, humilde y sabio a un tiempo, que Monestina había establecido como lema: “Ver pintura es aprender”.