Cabranes

Enciclopedia de Cabranes.

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Cabranes no es ajeno a la realidad común al Principado: la existencia de yacimientos carboníferos que, junto con otros criaderos metálicos, propiciaron desde temprana fecha una explotación minera hasta ahora poco conocida y que partió del estudio geológico realizado por el destacado Guillermo Schulz. De las diferentes labores llevadas a cabo, por lo general a reducida escala, con escasos medios técnicos y bajo impacto económico, podemos destacar las de Peñella, en la parroquia de Torazo donde se explotó la Mina San José, también denominada El Fonderu: tenía una extensión de 40 ha y se localizaba en el paraje conocido como Los Barreos, fue propiedad de la familia Cardín, de Infiesto, para, posteriormente, pasar a manos de los Vigil, de Villaviciosa, y cesar su actividad en 1949. En una finca denominada La Guarida aún se conservan los restos de una chimenea de ventilación (Emiliano Pérez Junco e InaciuHevia Ballina). No obstante, se registraron otras muchas “concesiones” con sus característicos nombres de mujer, en su mayor parte de hulla, algunas más de antracita y contadas de hierro.

El yacimiento y el núcleo de Viñón: a modo de introducción

Dentro del conjunto cabranés, destaca por su importancia Viñón, donde se localiza un afloramiento de sedimentos carboníferos, prolongación de los de la cuenca central asturiana, bajo los cuales se extienden más amplios paquetes hulleros que se conoce justamente como “Formación de Viñón” (Manuel Gutiérrez Claverol y Carlos Luque Cabal). Desde una perspectiva histórica, cabe destacar cómo en 1924, dentro del “Estudio industrial de criaderos metálicos” que se desarrollabaen el llamado distrito minero de Oviedo, se destacó la importancia de la “ventana de Viñón”, de cuyo hullero consideraban que presentaba analogías con el de Torazo y sobre el cual se efectuaron distintos sondeos que permitieron conocer los estratos, su potencia y deducir su interés industrial (Revista Industrial Minera Asturiana, 12/12/1924).
Y Viñón, el que nos ocupa, es la cabeza de una parroquia no muy extensa sita al norte del concejo: un área rural, de tradicional aprovechamiento agrícola y ---más escasamente-- ganadero, donde predomina la pradería, se da cierta producción frutal (manzanos, por ser comarca sidrera) y una estimable explotación forestal. Entre el caserío de Viñón destaca una muy interesante iglesia parroquial medieval, bajo la advocación de San Julián, y una casona vinculada al marquesado del Real Transporte de Villavicios, que es propietario de la mayor parte de este suelo; el resto son construcciones modestas por dimensiones y simples por sus trazas, hoy en su totalidad deshabitadas.
 
Vegapallía

Vegapallía

Vista aérea del área de Vegapallía en el año 2008

 

 
La explotación minera de Viñón: reseña histórica

Los vestigios mineros se localizan a unos 500 m de la aldea de Viñón, en la ribera del arroyo Viacaba, en un enclave llamado Vegapallía y junto a otro lugar, de menor entidad, denominado La Pichula (curioso topónimo menor que la tradición oral ha mantenido, que parece identificaba a una mujer que allí vivía y atendía, dando de comer, a los mineros de la zona). Siendo ésta una actividad minera a pequeña escala y poco conocida, se ha dado sin embargo a lo largo de muchas décadas (desde fines delsiglo XIX hasta los años sesenta del s. XX), ha evolucionado desde un punto de vista técnico, ha influido en las condiciones socioeconómicas del lugar y concejo y, por supuesto, ha modificado el paisaje tanto con sus instalaciones como con el depósito de escombros o la alteración de cursos.
La explotación minera ocupaba un vasto terreno a ambos lados de la actual carretera AS-255, en el área de Vegapallía, por donde se extendían las concesiones (actualmente caducadas) denominadas “Mª Antonia” y su Demasía, “Mª Antonia 2ª”, “Esperanza” (sita en el Castañedo de la Fontanina) con su Demasía, “Javiera” e “Isabel” (en la Marrubia), “Dolores” y “Poca Cosa” (en la Cuestadel Ablano), así como “Mercedes” (en Monte Rali) y “Manolita” (en la Marrubia), que constituyeron un auténtico grupo minero conocido como Viñón o Cabranes en las fuentes.
Aunque este yacimiento fue conocido incluso por Jovellanos, parece que no fue explotado hasta fines del siglo XIX. En 1901, Antonio González Mena solicita la concesión“Mª Antonia”, con una extensión de 175 pertenencias (116.255 m²) que, años más tarde, habrá de deslindarse de las llamadas “Esperanza” y “Dolores”, sitas en su vecindad; se descubre así que la segunda estaba registrada a nombre de José Cabal Sánchez desde el año 1898. Aún en 1916 es González Mena quien solicita la Demasía a “Mª Antonia”, contigua a la anterior, ocupando el espacio entre “Esperanza” y la primera “Mª Antonia”. A la nómina se incorpora, en 1919, José Tartière y Lenegre, un auténtico “capitán de la industria” de nuestra región, quien como director gerente de la S. A.“Sondeos de Villaviciosa” demarca la mina de carbón “Cesa”, en este mismo concejo, que linda con algunas de las Dolores (4ª, 6ª y 8ª); la denominada “Vignon” inmediata a algunas de las anteriores y alcanza ya en 1924 mediante un Real Decreto la exención temporal del canon de minas aplicado a su sociedad, entendiendo que sus minas integran un coto de más de 26.000 ha. que se extienden por los concejos de Cabranes, incorporando también suelo en los términos municipales de Nava y Villaviciosa (Revista Industrial Minera de Asturias, 1/1/1923).
 
No obstante, no siempre coinciden la propiedad de las concesiones con la titularidad de la explotación, como atestiguaría el hecho de que en 1907 se constituya la S. A. Antracitas de Viñón, con sede en Gijón y un capital social de 300.000 pesetas, cuyo objeto era la explotación de minas, sin duda en este enclave. El primer consejo de administración estaba integrado por Luis Belaúnde, Bernardo de la Ballina, Javier Aguirre, Francisco Elorduy, Alfredo Santos y José Valdés, siendo presidente el primero de ellos y gerente el último, según figura en la documentación municipal. Luis Belaúnde y Costa fue un conocido banquero e industrial gijonés, casado con Mercedes Prendes, accionista en un gran número de compañías (la principal, el Crédito Industrial Gijonés) y uno de los que proyectaron un tranvía eléctrico para esa ciudad. Alfredo Santos Arana era un ingeniero de minas emparentado con los Figaredo, asumió el cargo de director gerente de la S. A. Minas de Riosa y estuvo, asimismo, implicado como capitalista en otros negocios del ámbito minero de su tiempo. José Valdés Cavanilles, natural de Villaviciosa, donde naciera en 1863, pertenecía a una familia que se había iniciado a mediados del XIX en la actividad minera: otro Cavanilles, José María, estuvo en la explotación de Riega de las Cabras de Lieres (Siero) ya en 1855; es el núcleo que ya en 1903 pasaría a manos de la compañía belga Solvay et Cie. Éste denuncia en 1843 la mina de hierro “Entrecuetos”, que se explotaba para la Fábrica de Trubia y dos más de carbón en Lieres (Fausto Vigil Álvarez). En este periodo, en Viñón, habría ejercido las funciones de capataz Juan Gil Caveda.
Al menos en 1911 seguía activa esta razón social, como acredita el hecho de que anunciaran en prensa la convocatoria de una junta extraordinaria de accionistas para el 12 de enero de ese año; entonces era presidente Bernardo de la Ballina. En ese mismo año trabajaba como capataz Heliodoro G. Balbín y, aunque ignoramos cuáles eran sus trabajos subterráneos o el alcance de su dotación, parece que también pusieron en marcha unas instalaciones para lavado y clasificación.
No sabemos cuál fue la fecha de disolución de esta sociedad, puesto que no se inscribió en el Registro, pero se puede formular la hipótesis de que fueran ellos los explotadores de “María Antonia”, núcleo del grupo minero de Viñón que, como se expone a continuación, no fue incorporada a las labores de la otra sociedad activa en la misma zona y en dicho período.
A partir de 1908 se suma otra razón social a la explotación minera de esta área: el 22 de enero de ese año se constituye en Gijón la sociedad mercantil regular colectiva Santiago N. Alesón y hermano, siendo únicos socios el citado Santiago y Manuel Nájera Alesón, de los que parece innegable el origen riojano (a juzgar por sus apellidos) pero que entonces ya estaban asentados en dicha ciudad y, al menos el primero, tenía una casa comercial. Esta sociedad proseguiría, según recoge la escritura fundacional, la actividad de aquélla, dedicándose a “la exportación e importación, compra y venta de mercancías, fabricación de conservas, explotación de buques y cualquier otro negocio” que acordaran los socios. Formaba parte del capital social aportado por Santiago un vapor, mercaderías, máquinas y efectos para la fabricación de conservas; esto se debería, probablemente, a que con anterioridad había tomado parte en otros negocios, pues además de haber estado relacionado con la Imprenta del Musel (constituida en 1892), fue accionista de Vapores Costeros (1893) y aún en 1919 estará al frente de Vapores Alesón (1919).
 
El negocio debió de orientarse, fundamentalmente, a la organización y puesta en explotación de gran parte del yacimiento cabranés: cabe imaginar que la producción serviría a su propia flota de vapores como combustible.
Ahora bien, esta compañía minera no poseía todas las concesiones de la zona: sí eran de su propiedad las denominadas “Esperanza” y su Demasía, “Javiera”, “Manolita”, “Isabel”, “Mercedes” y “Dolores”, pero no las más conocidas como son “Mª Antonia” y sus anexas. Para 1916, los datos de producción minera de Viñón (7.600 toneladas, con 28 obreros empleados) mencionan sólo la Sociedad Santiago N. Alesón.
La buena marcha del negocio debió de determinar que el 23 de septiembre de 1919 se constituyera, de nuevo en Gijón y por los mismos capitalistas, la S. A. Minas de Cabranes, con la aportación de un conjunto de bienes valorados en 13.000 pesetas de la anterior sociedad. Su objeto declarado era “la explotación de las minas de antracita, sitas en Viñón, término municipal de Cabranes”, aunque sin descartar el poder actuar también en la explotación de otros minerales. Su primer gerente fue Manuel Nájera, mientras que las tareas de secretario estaban a cargo de Froilán Bayón Valdés, también residente en Gijón.
Corresponde al período de esta compañía familiar de los Nájera la dotación de varias instalaciones exteriores y trabajos subterráneos, de los que en 1919 estaban ejecutados los siguientes: un ferrocarril de vía estrecha (600 mm de anchura) de más de 1 km de longitud; un cargadero; unos talleres de clasificación y lavado (con sus cribas fijas para los calibres cribado y galleta, tolvas y plataforma para depósito y estrío del cribado, varios de los llamados “cajones alemanes” para la galleta y los menudos, fosas para granza y menudo, así como canales y tuberías para las tomas de agua y depósito de la misma; la concesión del aprovechamiento de las aguas del río Viacaba con destino al lavado de carbones data del año 1918, según acreditan las publicaciones, y un tendido de vías en la plaza del lavadero donde se situaba igualmente una báscula para vagones, una presa y una acequia. Las construcciones eran simples: una caseta para oficina y fragua, otra destinada a cuadra (es de suponer que del semoviente de interior y exterior) y una chavola para uso de polvorín, todas ellas en Vegapallía. En el interior de las minas existían un travesal y galerías de dirección sobre la capa nº 3; un pozo maestro, desde la plaza de cribado a la galería del primer piso, a cuya boca existía un tendido férreo de 10 m con su cambio de vía. Cierra un poco el bosquejo de la firma en ese mismo año, 1919, momento para el que sí existen diversas fuentes de información, la conocida como “estadística minero-metalúrgica”; recoge el accidente mortal producido en el interior de la mina de Viñón de Santiago Alesón: de su plantilla de 21 obreros de interior, dos habían fallecido; otros 10 trabajaban en las instalaciones de superficie.
En cuanto a la salida comercial de su producción, ésta se conducía hasta Villaviciosa, al cargadero de La Espuncia (área de las instalaciones de Valle, Ballina y Fdez.); éste será rehabilitado, con igual función, en la década de 1940, siendo entonces Armando Sotelo el explotador de las minas.
 
La situación empresarial varía apenas un lustro más tarde: en julio de 1924 se disuelve la S. A. Minas de Cabranes, presentando entonces un balance económico deficitario y aparecen, poco después, nuevos empresarios y propietarios en la zona de Viñón.
La siguiente etapa, en torno a la década de 1930, está marcada por una explotación precaria a nombre de particulares o personas privadas, sin compañías de relieve. En 1928, Juan Bautista Fernández-Valdés y Escandón vende la concesión “M.ª Antonia” a José Pérez Cueto, quien procede un año más tarde a inscribirla en la Jefatura de Minas de Oviedo. De José Pérez era también la mina de hulla “Poca Cosa”; en 1932, éste inició los trámites para su adquisición, otorgándosele el título de propiedad al año siguiente.
En estos años el yacimiento de Viñón es explotado al norte de la carretera, sobre la ladera del monte, abriendo sucesivas bocaminas a fin de beneficiar las capas más superficiales. También entonces la antracita se bajaba con una “carrucha” de patín desde los distintos tajos, para ser cargada posteriormente en carros de bueyes que trasladaban la producción a El Puntal, de Villaviciosa. En la plazoleta de la llamada “Casa de la Pichula” se efectuaban las labores de selección de granos, siempre a cargo de mujeres.
En 1940, José Pérez Cueto vendió estas explotaciones a Armando Sotelo Naves, quien, poco después (1943), efectuó un contrato de compraventa con la familia Antuña; será el primer comprador Agustín Antuña Suárez, quien ya en 1947 se lo vende a Serino Juan Antuña Fernández y hermanos, es decir, sus hijos.
Así, desde principios de los años 40 la explotación se moderniza: se abre un travesal sobre el nivel del calero, conocido como primer piso, y el socavón para la salida de la producción unos 150 m más arriba, al que se conocía por tercer piso (ha de suponerse que existía un segundo piso sin apertura al exterior). Ambos estaban enlazados por un plano inclinado exterior de 600 mm de anchura y vía única, con un tramo intermedio de doble vía para el cruce de los convoyes de vagonetas. Se trataba de un sistema de transporte automotor, un cable enlazado mediante un sistema de poleas con freno permitía que el peso de las vagonetas que descendían cargadas de carbón empujara otras con la madera y otros suministros para el tajo.
 
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En cuanto a “MªAntonia 2ª”, de 117 pertenencias, fue demarcada el día 19 de junio de 1940, otorgándose el título de propiedad el 18 de septiembre de 1941 a Heliodoro González Balbín, quien ya habíamos localizado como capataz de estas minas en la segunda década del siglo XX y al frente de la mina San José, sita en Los Barreos (Peñella, Torazo), hasta finales de los años cuarenta. Éste no es ahora el productor, puesto que arrienda la explotación de la capa 5ª (conocida como grupo norte, en La Riega de las Escubas o Excubes, cerca de LaRoza) a José Menéndez Barredo (1947) y el resto (grupo sur),entre 1948 y 1953, a Vicente García Antuña. Se abrieron entonces al menos dos travesales al norte de Vegapallía, en cotas inferiores y al oeste de La Roza; contó con un rudimentario lavadero a medio camino entre Vegapallía y la Casa del Carbón, sobre el nivel de la carretera.
 
Vista del calero existente en La Pichula (Vegapallía)

Vista del calero existente en La Pichula (Vegapallía)

A partir de 1953, ambas concesiones son arrendadas a la avilesina González y Díez S. R. L., pasando a tener esta empresa el control de la zona y formándose entonces el llamado Grupo Minero de Viñón; en agosto de ese año inicia su actividad, con 18 obreros, organizando una explotación de montaña y pozo plano, en la que ya en 1960 trabajaban 128 operarios. Cesó su actividad en el verano de 1969, momento en que sólo la atendían 26 trabajadores. Esta compañía se había constituido en agosto de 1940, con el objeto de explotar minas de carbón, así como dedicarse a la compraventa y exportación de este combustible y la consignación de buques; había comenzado un mes antes sus operaciones y estaba domiciliada en Avilés. Aún hoy sigue en actividad en la zona de Tineo.
La existencia de esta actividad industrial cambió el paisaje de la zona provocando alteraciones en algunos caminos vecinales y fuentes; en ocasiones, se hizo imposible usar el agua por los vecinos, quienes presentaron denuncias. Entre las peticiones también figuró la de alumbrado público, puesto que al convertirse ésta en una zona frecuentada, era necesaria la iluminación. Como ejemplo de esta influencia en el entorno puede citarse el emplazamiento de un calero de grandes dimensiones, que se beneficiaba de la proximidad de la mina para proveerse de combustible; sin embargo, nunca llegó a funcionar en condiciones óptimas debido a problemas estructurales. Se aprovechó el desnivel del terreno para adosar el muro exterior a dicha pendiente, cargándose el calero por la parte superior con sucesivas capas de madera, carbón y piedra caliza. En la base de tal parapeto se abre la boca con forma de arco de medio punto, ligeramente excavada, por donde se extraía la cal una vez terminado el proceso.
 
Los vestigios de la explotación minera

Del conjunto de la explotación minera de Viñón aún se mantienen en pie el castillete para el pozo plano, los cimientos de los lavaderos mecánicos (seguramente de la 2ª generación) y, en la otra orilla del río, la escombrera, el polvorín auxiliar y el depósito de detonadores a los que se llegaba a través de un puente del que sólo se conserva en pie uno de los apoyos, ya que el otro y los restos del tablero se encuentran derrumbados en el cauce del Viacaba. Este puente, además de los elementos mencionados, comunicaba mediante vía férrea la plaza de maniobras con las bocaminas que se habían abierto al otro lado del río, hacia el norte, y llegaban hasta las inmediaciones del arroyo Tarrandín (que también se cruzaba con un puente).
Se trata, en resumen, de un conjunto de minería de montaña (primer estadio de la explotación del carbón con técnicas industriales) en el que posteriormente se emplazará un pozo plano, peculiar por no encontrarse en las cuencas carboníferas centrales.
Según la documentación manejada, las fuentes orales y las fuentes gráficas, podemos afirmar que el conjunto estaba formado, además de por los elementos ya mencionados, por otros como: una sala de compresores, la casa de baños, una serrería, una oficina, una lampistería con un taller de reparación, una fragua y un tranvía minero, todo ello organizado en torno al embarque del pozo.

 
Vestigios

Vestigios

Vestigios industriales de Antracitas de Viñón en 2005 


La primera pieza albergó tres compresores en su interior; a la dotación original de dos máquinas, se suma a partir de junio de 1968 (momento de la autorización) un compresor Bético monocilíndro de treinta y tres caballos de fuerza,emplazado con anterioridad en la zona de investigación (sur del Grupo) como reserva en caso de fallo de los otros que funcionaban normalmente. La cuestión de los compresores es bastante importante no sólo para la organización espacial de la explotación, sino por lo que implica de modernización del equipo productivo.

 
Actualmente la plataforma o plaza de maniobras que acogía estas instalaciones se ha convertido en una suerte de área recreativa, una intervención poco respetuosa que no se basó, en absoluto, en el conocimiento de las piezas allí localizadas. La Confederación Hidrográfica del Norte anunció la licitación de las obras de protección medioambiental del río Viacaba que incluía la restauración de la escombrera minera de Viñón, al objeto de recuperar y proteger el dominio público hidráulico. Examinando dicho proyecto, se advierte que lo que este organismo consideró escombrera era en realidad la plaza de maniobras, lógicamente degradada y que acogió estériles de la mina para su explanación inicial, pero no la escombrera propiamente dicha y situada en la otra margen del río Viacaba; de hecho, no se intervino sobre la verdadera escombrera. El proyecto también incluyó la creación de una senda fluvial desde Vegapallía, de innegable interés ambiental y turístico.
 
Castillete 2007

Castillete 2007

En cuanto al castillete, éste se instala en los primeros años 50, como consta en la documentación, ya que en el año 1951 José Álvarez González, director técnico de la compañía, solicita licencia para su construcción. Se trata de un castillete de mampostería, de 10 mde altura por 10 m de base, destinado a pozo al servicio de un plano inclinado, siendo su inclinación de 50º. A pesar de tratarse de una construcción de la década de 1950, su técnica constructiva y morfología se asemejan más a las obras de principios de siglo, en la línea de los castilletes trapezoidales con muros de mampostería (siguiendo la taxonomía de P. Ch. Guiollard), puesto que prescinde del empleo de los perfiles metálicos soldados que solían utilizarse en otras instalaciones similares de su tiempo.
En el caso de Asturias es extraño encontrar este tipo de fábrica de piedra en la minería de pozo vertical, a excepción del ejemplo de la mina del Valle, en Tudela Veguín o el del castillete de la Real Compañía Asturiana de Minas, en Arnao (Castrillón),aunque éstos nada tienen que ver con el de Viñón. Algo similar sería el plano “Tilano”, o Atilano, (1899-1900), pero en éste la función difiere, ya que servía para que el ferrocarril de Carbones La Nueva salvara el desnivel natural del valle, en su recorrido desde el Pozo San Luis, en La Nueva a Ciaño. Esta situación difiere de lo que ocurre en otras zonas mineras europeas o españolas:el modelo parece que es el de las minas de Cornualles, (recientemente declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO) que, a su vez, y por la procedencia de los propietarios mineros del área de Jaén, sirvió a las “cabrias” de Linares para la extracción del plomo, cuyo peso requería de sólidas estructuras para contrarrestar las grandes fuerzas de tracción que se generaban en las maniobras de extracción; aún hoy se conservan una veintena de ejemplares.
 
La pieza de Viñón se halla hoy totalmente desvirtuada: la ya citada intervención pública lo ha convertido en un observatorio para aves mediante el adosamiento de un cuerpo de escalera a su flanco posterior, ejecutado en madera, así como la prolongación de la cubierta primigenia. Esta actuación sólo se explica por el total desconocimiento de la función y morfología original de la construcción.
Lo que aquí existe, desde un punto de vista funcional, es un pozo plano inclinado, es decir, una estructura de transporte no vertical, sino con una determinada pendiente (50º, en este caso). Un pozo plano permite beneficiar yacimientos de escaso buzamiento o muy inclinados, logrando llevar al piso principal de extracción los minerales o concentrar el movimiento de varios planos intermedios.
Sobre la citada estructura se dispone un ferrocarril con vía simple de 600 mm, que aquí era arrastrado mediante un sistema motorizado. Cuando se da el arrastre automotor se dispone doble vía (en el caso del plano inclinado existente en esta misma explotación se adopta un sistema mixto), con un sistema de cables y poleas, y el peso del material que entraba a la explotación (madera, herramientas o relleno) hacía subir el mineral. De todos modos, este tipo de planos sólo se empleaban cuando el sentido de transporte del carbón es descendente (minería de montaña). En el caso que nos ocupa, el castillete soporta la máquina de extracción eléctrica, en su parte posterior y extremo superior, así como las poleas y demás mecanismos de guiado; el cable que permite el arrastre discurre sobre el perfil de la vía permitiendo la tracción o el frenado de los convoyes mineros. Una peculiaridad del sistema que se empleó en este pozo reside en el método de arrastre y enganche: se utilizó el procedimiento "de carrito", popularmente conocido como "de gochu". Se trataba de un tope de hormigón armado rodante que se escamoteaba en fosos bajo el perfil de las vías, tanto en la cabecera como a los pies del plano. A éste se enganchaban los dos extremos del cable y circulaba siempre en la cota inferior del convo y empujando o haciendo de freno al mismo. La maniobra resultante era rápida y económica, porque se aumentaba el número de vagonetas transportables en cada viaje, se suprimían los continuos enganches y desenganches de cables que ocasionan grandes pérdidas de tiempo en la maniobra y, finalmente, aportaba una gran seguridad, pues minimizaba la posibilidad de desenganches y accidentes por fallos de conexión entre las vagonetas.
 
Vista4

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Vista de las instalaciones mineras en funcionamiento, a finales de los años sesenta

 

 
Una vez que los vagones con la producción llegaban al exterior eran derivados a un ramal de ferrocarril que los conducía al basculador. Éste volcaba su contenido a un pequeño depósito y un sistema de noria con cangilones lo elevaba al área de recepción del lavadero; los restos hoy conservados parecen datar de mediado el siglo XX, a pesar de haber existido una instalación primisecular. Constituía la construcción de mayor envergadura de todas las existentes en la explotación minera de Viñón y constaba de dos cuerpos exentos que se asentaban en ángulo recto entre el castillete y el río, formando una especie de "L". Existía también una balsa de decantación para los finos en el extremo sur del lavadero, de planta circular, construida en hormigón armado. Finalmente, el mineral ya listo para su comercialización se depositaba en unas tolvas construidas en hormigón y ladrillo (cuyos cimientos aún se conservan), bajo las cuales se cargaban los camiones de la empresa que llevaban la antracita a El Puntal, en Villaviciosa.
 
Plano

Plano

Plano en el que, aproximadamente, se ubican las antiguas instalaciones de Antracitas de Viñón

 

 

 
Castillete 2005

Castillete 2005

Situación actual y valoración patrimonial 

En definitiva, se trata de unas instalaciones mineras sencillas y de escala modesta, si se comparan con otras existentes en la cuenca minera central. Si a esto se suma la tradicional falta de sensibilidad por el patrimonio histórico industrial se explica que permanecieran ocultas a los ojos de la mayoría: unas ruinas rodeadas de vegetación, apenas entrevistas desde la carretera, casi olvidadas por los vecinos y, por supuesto, carentes de cualquier tipo de protección jurídica o proyecto de recuperación hasta 2006. Entonces se pusieron en marcha las obras mencionadas que deberían haber revertido en su toma en consideración y restitución. Por otro lado se dio inicio a las labores de redacción del Plan Especial de Protección del Núcleo Rural de Viñón, justificado por la presencia de un BIC con su entorno de protección, en cuyo ámbito de actuación se inscriben estas instalaciones. Asimismo, se procedió entonces a la modificación del trazado de la carretera AS-255, en el tramo que enlaza Infiesto y Villaviciosa, lo que afectó, asimismo, a estos elementos y sus inmediaciones.
Ahora bien, a pesar de que se haya evidenciado el interés histórico y patrimonial del conjunto, la actuación de Confederación ---poco o nada respetuosa, por obviar el estudio histórico previo y necesario que debería haber regido su rehabilitación--- había supuesto ya en marzo de 2006 la destrucción de la sala de compresores, serrería, oficinas y cimientos de la casa de baños de la explotación. Conservados los cimientos y ciertos muros de soporte y contención vinculados a la zona de tratamiento del mineral, sólo se mantuvo en pie el castillete que finalmente se intervino en los términos ya descritos.

 
Castillete 2010

Castillete 2010

Los elementos constructivos, aún hoy visibles, deben ser valorados por formar parte del patrimonio histórico–industrial de Asturias y por tratarse de bienes inmuebles que, como reza la Ley de Patrimonio Cultural del Principado de Asturias, “constituyen testimonios significativos de la evolución de las actividades técnicas y productivas con una finalidad de explotación industrial y de su influencia sobre el territorio y la sociedad asturiana”. Deben ser conservados, además, por tratarse de una zona de reserva para una futura intervención, con un gran potencial. Por otro lado, a escala local e incluso regional, representan una realidad menor pero común en toda Asturias, la de la explotación minera modesta por recursos y resultados, pero duradera en el tiempo y pregnante en el territorio y la sociedad, cuyos contados vestigios materiales pueden ser conservados sin un coste excesivo (máxime aquí, que hubo recursos y no se invierten en la actuación idónea) y permiten mantener esa memoria que define nuestra identidad social y cultural. Si algo queda claro, es que se requiere del trabajo multidisciplinar y mancomunado de administraciones e instituciones para llevar a buen puerto operaciones como ésta, basado siempre en el conocimiento de la historia y el análisis del patrimonio que, de no organizarse de este modo, concluyen siendo más perjudiciales, por irreversibles y poco respetuosas, que el abandono y el desinterés de décadas. (M. F. Á. E.)
 
 

Fuentes y bibliografía

Archivo Histórico de Asturias, Fondo Jefatura Provincial de Minas (JPM); Archivo Municipal de Cabranes; Registro Mercantil de Asturias; Revista Industrial Minera Asturiana; El Eco de Cabranes: revista dedicada a la defensa y fomento de los intereses del concejo, publicado entre 1906 y 1914 (reed. facsimilar de Ayalga Ediciones en 1980); Manuel Gutiérrez Claverol y Carlos Luque Cabal, Recursos del subsuelo de Asturias, Oviedo, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1994, pp. 188 - 189; Inaciu Hevia Llavona, Toponima. Conceyu de Cabranes. Parroquia de Torazo, Uviéu, Academia de la Llingua Asturiana, 2002; Ana P. Paredes, "Cabranes fue minero", La Nueva España, Oviedo, 17 de diciembre de 2001, p. 30; Emiliano Pérez Junco, Cabranes. Notas sobre historia, vida y arte del concejo, Gijón, ed. del autor, 1990; Faustino Suárez Antuña, "El patrimonio histórico industrial minero. Características y problemática", Boletín del RIDEA, nº 166, 2005, pp. 93-124. Fuentes orales: Óscar Rodríguez Pedregal de Sta. Eulalia de Cabranes.

 

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