Como todo buen yacimiento arqueológico que se precie, la Coroña del Castro forma parte de la tradición oral y leyendas del concejo de Cabranes. Según aquélla, existía una cueva, la "Cueva del Melón", formada por una larga y amplia galería que permitía a los habitantes del castro ponerse a salvo cómoda y rápidamente en caso de ser sobrepasadas las defensas del recinto por el enemigo. Si bien este tipo de leyendas es muy frecuente en relación con restos arquitectónicos de todas las épocas y en muchísimos lugares de Asturias, sin embargo, en la Coroña del Castro posiblemente la memoria popular esté fundada en un elemento topográfico muy concreto, el hoyo interno que se formó tras el derrumbamiento de una torre a la que haremos referencia más adelante.
Localización
Con una latitud norte de 43º 23' 05'' y longitud oeste de 5º25' 44''respecto al meridiano de Greenwich, y bien visible desde todos los lados, se alza el imponente cerro en cuya cumbre se asienta el castro.
Administrativamente, pertenece a los concejos de Nava, Piloña y Cabranes, y es
precisamente esta situación administrativa laque revela la importancia que el yacimiento tuvo en la tradición cultural de estos concejos, pues no es casual que este punto, con una altitud de 465 m. sobre el nivel del mar, sea una referencia para el apeo de las divisiones administrativas. Dicho de otra manera, es muy significativo que ninguno de los tres concejos haya renunciado a parte alguna de esta unidad cultural.Esta importancia cultural tiene proyección también en otros ámbitos, lo que se ha expresado mediante diversos topónimos a través de la historia, pero manteniéndose casi siempre el que hace referencia a su estructura, "castro". Un repaso breve:
A finales del siglo XVIII, Lope José Bernardo de Miranda y Quirós reseña topográficamente en el concejo de Cabranes "el monte de Torazo llamado de Corona de Castro...".
Desde esa fecha y durante toda la primera mitad del siglo XIX, el yacimiento es conocido de diversas maneras: Mosquil, Coronas del Castro, Montes de Castro o Monte Corona de Castro. Pero será a partir de la mitad del siglo XIX cuando se fije el topónimo de "Monte deCastro".
Madoz (1845-1850) también recoge como hidrónimo la Coroña de Castro, que tendría nacimiento en el cerro del mismo nombre. Bellmunt y Traver (1900) extiende el topónimo a toda la sierra, y la denomina "Sierra de la Coroña de Castro".
Por tanto, se observa, o bien dos tradiciones lingüísticas distintas, o una evolución clara del topónimo de finales del siglo XVIII a mediados del siglo XIX: CORONA > COROÑA.Aunque las referencias históricas a los restos del castro no sean muy abundantes, son importantes, como se verá, porque en las mismas ya se deja constancia de un lugar arruinado y, por tanto, reconocido como vetusto y elemento importante en el patrimonio de Cabranes. Así, el citado Lope José Bernardo de Miranda y Quirós -finales del siglo XVIII-dice textualmente: "El monte de Torazo llamado de Corona de Castro, sobre cuya cumbre hay ruinas de edificios y castillo antiquísimo".
Algo más de un siglo más tarde (1900), Bellmunt y Traver dice que del castro "quedan ruinas de vetusta fortaleza".Arqueológicamente, el castro es reconocido, por primera vez, el día 6 de agosto de 1959, por el incansable prospector José Manuel González y Fernández-Valles, en cuya memoria de ese día, conservada en su archivo personal, aparecen nada menos que 17 fichas y 17 fotografías en blanco y negro.
En las fichas aparecen 6 croquis, la planta del recinto y cinco cortes transversales en varias direcciones. Esta disección está acompañada con fotos de detalle muy interesantes que ilustran diversos aspectos del castro: fosos, torreón, etc.
El hecho de que José Manuel González ya no viese ruinas arquitectónicas reseñables, excepto los restos de un posible torreón, al que ya hemos hecho referencia y sobre el que volveremos más adelante, tras un trabajo tan minucioso de documentación, significa que la erosión, u otras causas, como el acopio de piedra para la construcción, etc., ya había hecho su trabajo.
La documentación de José Manuel González es tan minuciosa y concreta que permite establecer con precisión la estructura del castro. Gracias a su trabajo podemos establecer: a) que el castro tiene planta elíptica; b) que estaba perfectamente delimitado por las estructuras defensivas y equipado con dos fosos que lo recorrían por el Norte y el Oeste y un solo foso en todo el flanco Este y en gran parte del Sur. La boca del primer foso mide 6 m. y el parapeto tiene una altura variable: de 3 a6 m. desde la base del foso que, probablemente, ya entonces estuviera colmatada; c) que los fosos van acompañados de sus respectivos contrafosos o parapetos; d) que el único sitio en el castro sin defensa clara es el sudoeste. Por lo que habrá que deducir, sin negar otras posibilidades, que en ese tramo existiría algún tipo de acceso al recinto; e) que en el interior del recinto, la parte alta está ocupada por una plataforma central, relativamente plana, que se sobreponía aotra amplia plataforma más estrecha desarrollada a partir de los fosos tanto en el Este como en el Oeste; y f) que, por último, es probable la existencia de un torreón en el extremo interior occidental del castro, justo sobre el primer foso interior: "En el vértice occidental de lo alto del castro hay un montículo de tierra con un hoyo circular de unos 5 m de diámetro y 3 m de hondo sin paredes de piedra", dice textualmente José Manuel González.
De esta cita se deduce que estamos ante un posible torreón; sin embargo, llama la atención la ausencia de material pétreo que conformase los paramentos de esa supuesta estructura. Llegados a este punto, no podemos olvidar que fue práctica común y bien extendida en Asturias, la utilización de los yacimientos con restos rocosos, cantos o piedras abundantes, como cantera de acopio de materiales para la construcción de elementos de todo tipo: lindes, casas, dependencias auxiliares, etc.
Por tanto, no se puede descartar que dicha torre se haya arruinado y que una vez vaciada de sus elementos estructura les sólo quede su negativo.
Pese a esta catalogación tan temprana, José Manuel González no lo publica hasta 1966, mediante una escueta noticia en Archivum. Dice: "La Coroña el Castro. Situadoen términos del lugar y parroquia de Fresnedo. Reconocido el 6-VIII-1959". Una década más tarde, 1976, reproduce esta misma referencia en Miscelánea Histórica Asturiana. Y es a partir de entonces cuando ya de manera sistemática el yacimiento aparece ampliamente representado en la bibliografía técnica y de divulgación y, si bien las nuevas referencias no aportan datos distintos, sí avalan la importancia de la estación: José Antonio Mases (1970), Gómez-Tabanera (1974), el mismo González y Fernández-Valles (1976, 1978 y 1980), Fernández Ochoa (1982) y Emiliano Pérez Junco (1990).Cronología y encuadre cultural
Los datos que poseemos para aproximarnos a la fecha de erección y habitación del yacimiento son de tres tipos, a saber: bibliográficos, referencias orales y materiales depositados en las instituciones. Dentro de los primeros, los datos bibliográficos, tenemos la referencia cronológica de finales del siglo XVIII, de Lope José Bernardo de Miranda y Quirós, quien afirma que en él "se encontraron no hace muchos años monedas romanas".
En 1900, matizando esa información, en el supuesto de que se refiera al mismo hallazgo numismático, Bellmunt y Traver dice que en las "cercanías se encontraron monedas romanas imperiales". Esta última cita es importante no sólo porque corrobora la información de Lope José Bernardo de Miranda, sino también porque la matiza al situar el tesorillo fuera del recinto, "en las cercanías".
El paradero de estas monedas se desconoce y, por tanto, la referencia no sirve para encuadrar cronológicamente el asentamiento, más teniendo en cuenta la existencia de una posible calzada romana -forzosamente imperial- que atravesaría el concejo.
De las referencias orales destaca la recogida por Leonardo Martínez Faedo y Fructuoso Díaz García sobre la que hace Enrique Caso de "algunas cerámicas con decoración peinada" procedentes del castro y que habrían sido depositadas en el Museo Arqueológico Provincial de Oviedo. Nosotros hemos comprobado este último detalle y, tal como nos aseguró en 1994 la entonces directora, Matilde Escortell Ponsoda, dicho depósito no se había realizado aún.
La Carta Arqueológica de Cabranes
La Carta Arqueológica de Cabranes fue realizada en 1993 por Leonardo Martínez Faedo y Fructuoso Díaz García, bajo la supervisión técnica y administrativa de Vicente Rodríguez Otero. En dicha carta se recogen, tanto en cada ficha como en la memoria, las vicisitudes por las que pasaron los yacimientos y la correspondiente bibliografía.
Análisis del inventario. En el trabajo de campo se reconocieron un total de 19 yacimientos, que abarcaban cronológicamente desde la Prehistoria hasta la Baja Edad Media, de los que se hizo la correspondiente ficha.
La primera conclusión que se extrae del inventario arqueológico es que estamos ante una densidad de restos patrimoniales, más teniendo en cuenta el ámbito cronológico, relativamente alto: 2,03 yacimientos por kilómetro cuadrado.
Tipológicamente, de ese total de 19 yacimientos, nueve son edificaciones, cuatro se incluyen dentro del grupo de "diversos", tres representan las necrópolis tumulares, dos son hallazgos sueltos -sin contexto-y uno es una necrópolis medieval. De ellos, en cuanto a "Especificaciones más usuales", tres se corresponden con iglesias, tres representan a las necrópolis tumulares, otros tres hay que encuadrarlos dentro del grupo de "diversos". Hay dos castros y se han documentado dos sarcófagos, y aparecen con una sola unidad: un castillo, un despoblado, una ermita, un tramo de calzada romana, una mina y una necrópolis de "tumbas de lajas".
Esta variación también tiene proyección altitudinal ,pues si bien la mayoría de los yacimientos o referencias apuntan a lugares con más de 400 metros de altitud sobre el nivel del mar (en adelante msnm), existe una variación importante: mientras que San Julián de Viñón se encuentra a 160msnm, el "túmulo de Aliño" está a 539.
Por parroquias, la que más yacimientos tiene es Fresnedo, con siete. Le siguen Torazo y Viñón, con cuatro; en Pandenes se conservan dos y uno sólo en Gramedo y Santa Eulalia.
El poblamiento de Cabranes. Desde el punto de vista cronológico, muy sintéticamente y como primera aproximación, el concejo tiene tres estaciones, que se sitúan en el Neolítico, una en el Bronce, tres en época romana, una es correlacionable con época altomedieval, diez son referencias medievales y, por último, existe un elemento del que no es posible precisar su cronología, la bocamina de la Riega de la Carnicera, en el paraje denominado Riega de los Melones.
Lo primero que llama la atención en el inventario es, por un lado, la ausencia de yacimientos del Paleolítico, más teniendo en cuenta que todos los municipios limítrofes poseen algún yacimiento de este tipo y, por otro, una presencia del hombre, relativamente amplia para la época, a partir del Neolítico, hace aproximadamente unos siete mil años, por gentes que se dedican al pastoreo. Ocupan, entonces, las zonas altas del territorio, propicias al mantenimiento de pradera natural. Testigos de su presencia son los cinco túmulos funerarios que nos dejaron en Monte Aliño (Fresnedo), en Monte Incós (La Parte) y en Peña Cabrera (Niao). Desgraciadamente, los túmulos de Peña Cabrera fueron destruidos por las obras de acondicionamiento del área recreativa.
Estas estructuras megalíticas, de planta subcircular, escaso diámetro y poca altura, no conservan la cámara funeraria, ello en el supuesto de que existiese y las zanjas de pozos de saqueo no la hubiesen desmantelado. La masa tumular está constituida por tierra con algunos aportes pétreos.
Cabe pensar que los constructores de estos pequeños túmulos forman parte de una red social más amplia, con claras manifestaciones en los municipios limítrofes de Sariego y, especialmente, Villaviciosa, donde parece que está muy clara la relación de ocupación costera-cadenas litorales.
Sin embargo, no es descartable que los túmulos puedan tener una cronología más tardía o incluso una perduración de su uso en el tiempo hasta el Bronce Medio.
Esta población neolítica parece que tiene clara continuidad cronológica en la Edad del Bronce, pues deja como constancia la inscultura de la Peña de Santiago (La Puerta), lugar que tendrá posterior ocupación medieval. La cercanía entre la inscultura y las tumbas de lajas hace pensar en la pervivencia de un espacio sagrado durante mucho tiempo.
Más tarde, aunque no con ciertas dudas, en la Edad del Hierro aparecería un nuevo aporte demográfico del que no sabemos con certeza si, además, se dedicó también a realizar actividades extractivas. De este momento existe una buena representación en la Coroña de Castro (Hería), probablemente habitado por los lugones, que tendrían capital no lejos del lugar, en Paelontium (Beloncio, Piloña).
Ligado a la actividad de los lugones, pero sin descartar tampoco una época posterior, está la bocamina de la Riega de La Carnicera, no lejos del yacimiento anterior.