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Arqueología. La Coroña del Castro

 

Como todo buen yacimiento arqueológico que se precie, la Coroña del Castro forma parte de la tradición oral y leyendas del concejo de Cabranes. Según aquélla, existía una cueva, la "Cueva del Melón", formada por una larga y amplia galería que permitía a los habitantes del castro ponerse a salvo cómoda y rápidamente en caso de ser sobrepasadas las defensas del recinto por el enemigo. Si bien este tipo de leyendas es muy frecuente en relación con restos arquitectónicos de todas las épocas y en muchísimos lugares de Asturias, sin embargo, en la Coroña del Castro posiblemente la memoria popular esté fundada en un elemento topográfico muy concreto, el hoyo interno que se formó tras el derrumbamiento de una torre a la que haremos referencia más adelante.

 

 

Localización

 

Con una latitud norte de 43º 23' 05'' y longitud oeste de 5º25' 44''respecto al meridiano de Greenwich, y bien visible desde todos los lados, se alza el imponente  cerro en cuya cumbre se asienta el castro.

Administrativamente, pertenece a los concejos de Nava, Piloña y Cabranes, y es

precisamente esta situación administrativa laque revela la importancia que el yacimiento tuvo en la tradición cultural de estos concejos, pues no es casual que este punto, con una altitud de 465 m. sobre el nivel del mar, sea una referencia para el apeo de las divisiones administrativas. Dicho de otra manera, es muy significativo que ninguno de los tres concejos haya renunciado a parte alguna de esta unidad cultural.
 
Topónimo
 

Esta importancia cultural tiene proyección también en otros ámbitos, lo que se ha expresado mediante diversos topónimos a través de la historia, pero manteniéndose casi siempre el que hace referencia a su estructura, "castro". Un repaso breve:

A finales del siglo XVIII, Lope José Bernardo de Miranda y Quirós reseña topográficamente en el concejo de Cabranes "el monte de Torazo llamado de Corona de Castro...".

Desde esa fecha y durante toda la primera mitad del siglo XIX, el yacimiento es conocido de diversas maneras: Mosquil, Coronas del Castro, Montes de Castro o Monte Corona de Castro. Pero será a partir de la mitad del siglo XIX cuando se fije el topónimo de "Monte deCastro".

Madoz (1845-1850) también recoge como hidrónimo la Coroña de Castro, que tendría nacimiento en el cerro del mismo nombre. Bellmunt y Traver (1900) extiende el topónimo a toda la sierra, y la denomina "Sierra de la Coroña de Castro".

Por tanto, se observa, o bien dos tradiciones lingüísticas distintas, o una evolución clara del topónimo de finales del siglo XVIII a mediados del siglo XIX: CORONA > COROÑA.
 
Referencias históricas a sus restos
 

Aunque las referencias históricas a los restos del castro no sean muy abundantes, son importantes, como se verá, porque en las mismas ya se deja constancia de un lugar arruinado y, por tanto, reconocido como vetusto y elemento importante en el patrimonio de Cabranes. Así, el citado Lope José Bernardo de Miranda y Quirós -finales del siglo XVIII-dice textualmente: "El monte de Torazo llamado de Corona de Castro, sobre cuya cumbre hay ruinas de edificios y castillo antiquísimo".

Algo más de un siglo más tarde (1900), Bellmunt y Traver dice que del castro "quedan ruinas de vetusta fortaleza".
 
El reconocimiento del castro
 

Arqueológicamente, el castro es reconocido, por primera vez, el día 6 de agosto de 1959, por el incansable prospector José Manuel González y Fernández-Valles, en cuya memoria de ese día, conservada en su archivo personal, aparecen nada menos que 17 fichas y 17 fotografías en blanco y negro.

En las fichas aparecen 6 croquis, la planta del recinto y cinco cortes transversales en varias direcciones. Esta disección está acompañada con fotos de detalle muy interesantes que ilustran diversos aspectos del castro: fosos, torreón, etc.

El hecho de que José Manuel González ya no viese ruinas arquitectónicas reseñables, excepto los restos de un posible torreón, al que ya hemos hecho referencia y sobre el que volveremos más adelante, tras un trabajo tan minucioso de documentación, significa que la erosión, u otras causas, como el acopio de piedra para la construcción, etc., ya había hecho su trabajo.

La documentación de José Manuel González es tan minuciosa y concreta que permite establecer con precisión la estructura del castro. Gracias a su trabajo podemos establecer: a) que el castro tiene planta elíptica; b) que estaba perfectamente delimitado por las estructuras defensivas y equipado con dos fosos que lo recorrían por el Norte y el Oeste y un solo foso en todo el flanco Este y en gran parte del Sur. La boca del primer foso mide 6 m. y el parapeto tiene una altura variable: de 3 a6 m. desde la base del foso que, probablemente, ya entonces estuviera colmatada; c) que los fosos van acompañados de sus respectivos contrafosos o parapetos; d) que el único sitio en el castro sin defensa clara es el sudoeste. Por lo que habrá que deducir, sin negar otras posibilidades, que en ese tramo existiría algún tipo de acceso al recinto; e) que en el interior del recinto, la parte alta está ocupada por una plataforma central, relativamente plana, que se sobreponía aotra amplia plataforma más estrecha desarrollada a partir de los fosos tanto en el Este como en el Oeste; y f) que, por último, es probable la existencia de un torreón en el extremo interior occidental del castro, justo sobre el primer foso interior: "En el vértice occidental de lo alto del castro hay un montículo de tierra con un hoyo circular de unos 5 m de diámetro y 3 m de hondo sin paredes de piedra", dice textualmente José Manuel González.

De esta cita se deduce que estamos ante un posible torreón; sin embargo, llama la atención la ausencia de material pétreo que conformase los paramentos de esa supuesta estructura. Llegados a este punto, no podemos olvidar que fue práctica común y bien extendida en Asturias, la utilización de los yacimientos con restos rocosos, cantos o piedras abundantes, como cantera de acopio de materiales para la construcción de elementos de todo tipo: lindes, casas, dependencias auxiliares, etc.

Por tanto, no se puede descartar que dicha torre se haya arruinado y que una vez vaciada de sus elementos estructura les sólo quede su negativo.

Pese a esta catalogación tan temprana, José Manuel González no lo publica hasta 1966, mediante una escueta noticia en Archivum. Dice: "La Coroña el Castro. Situadoen términos del lugar y parroquia de Fresnedo. Reconocido el 6-VIII-1959". Una década más tarde, 1976, reproduce esta misma referencia en Miscelánea Histórica Asturiana. Y es a partir de entonces cuando ya de manera sistemática el yacimiento aparece ampliamente representado en la bibliografía técnica y de divulgación y, si bien las nuevas referencias no aportan datos distintos, sí avalan la importancia de la estación: José Antonio Mases (1970), Gómez-Tabanera (1974), el mismo González y Fernández-Valles (1976, 1978 y 1980), Fernández Ochoa (1982) y Emiliano Pérez Junco (1990).
 
Casi veinte años más tarde, a principios de 1985, Enrique Arnau Basteiro visita el yacimiento, al objeto de catalogarlo dentro de la Carta Arqueológica de Piloña. De su reconocimiento y consiguiente documentación se desprende que en esos veinte años ya se han producido algunos cambios sustanciales: el yacimiento ha sido convertido en un eucaliptal, lo que, unido a la maleza que creció en el mismo, dificultaba el reconocimiento de las estructuras del poblado. Pese a todo, cabe pensar que la repoblación con eucaliptos ha provocado forzosamente remociones del terreno más o menos intensas y profundas. Arnau Basteiro reconoce aún los mismos elementos defensivos descritos por José Manuel González y detecta todavía los posibles restos del torreón, ya modificados, y al que se refiere con la expresión "gran pozo de unos dos metros de profundidad" e internamente todavía constata las "dos plataformas más o menos llanas de unos 24 x 20 metros en sus ejes" (este y oeste), orientadas claramente hacia el sur.
Ésta es la última vez que el castro fue visto más o menos íntegro, pues ese mismo año, a finales de marzo de 1985, inmediatamente después de la visita de Enrique Arnau, se produce una destrucción parcial del yacimiento modificando seriamente la morfología del poblado, pues mediante pala excavadora se realiza una zanja longitudinal que atraviesa el eje mayor del poblado y corta las defensas del recinto. Lógicamente, el hecho tuvo gran repercusión mediática, tanto en la prensa regional como local, apareciendo referencias en La Voz de Asturias, La Nueva España El Eco de Cabranes.
 
El día 3 de abril de aquel año, en representación de la Consejería de Cultura del Principado de Asturias, reconoce el yacimiento el profesor Elías Carrocera Fernández y, posteriormente, en 1993, con motivo de la realización de la Carta Arqueológica de Cabranes, Leonardo Martínez Faedo y Fructuoso Díaz García visitan el yacimiento al menos dos veces y realizan la ficha correspondiente bajo la dirección técnica y administrativa de quien suscribe. Pues bien, en dicha ficha hay dos detalles importantes, a saber: primero, ya no se conserva resto alguno de la "torre", y segundo: informan que Enrique Caso "localiza en una visita al yacimiento algunas cerámicas con decoración peinada" y dicen que los materiales han sido depositados en el Museo Arqueológico de Oviedo.
En 1994 vuelve a producirse otra denuncia sobre una nueva destrucción del asentamiento, por lo que el día 13 de junio de 1994, mediante instrucción de la Consejería de Cultura, inspecciona el yacimiento Vicente Rodríguez Otero, a la sazón arqueólogo del Servicio de Patrimonio Histórico, con objeto de comprobar la veracidad de aquélla y su alcance. Se realiza entonces la primera topografía.
Del informe realizado, en el que aparece una detallada descripción y abundante documentación gráfica, se desprende que, efectivamente, se ha producido una nueva alteración de la estructura y morfología del castro, al realizarse sin supervisión arqueológica alguna una nueva zanja de ancho variable, 11 a 22 m, según zonas, que corre parcialmente a la anterior y, además, la amplía. Longitudinalmente, dicha zanja mide 155,2 m, afecta a todo el yacimiento y alcanza y sobrepasa las defensas exteriores. Su desarrollo este-oeste es claro: 96º-276º norte magnético, por tanto subparalelo a la dirección del eje mayor del recinto: 96º 45'-276º 45'. Sin embargo, su traza no es lineal, pues al llegar al este, sobrepasado el vértice más alto del monte, vira hacia el sur.
 
Los escombros extraídos durante la ejecución de la trinchera se depositaron a favor de la pendiente, de ahí su mayor presencia en el sur que en el septentrión de la zanja. La banda desmantelada de vestigios acumulados en el norte tiene una altura de 0,10-0,25 m por 1,2-2,4 m de ancho, y en cambio, en la meridional, los datos son, respectivamente: 0,65-1 m para la altura, por 1,4-2,4 m de ancho.
Asimismo, se observa que en la zona del mediodía las estructuras defensivas han sufrido una profunda alteración, pues el segundo foso del aparato occidental contiene una plataforma de relleno de más de 2 m, y el foso oriental contiene otra plataforma de relleno que mide 7 x 8 m. En el norte, la envergadura de la modificación no es menor, pues el segundo foso se rellena con escombros que alcanzan una altura variable: 1,95-3,15 m. Los parapetos, lógicamente paralelos a los fosos, han sido seccionados tanto en el norte como en el sur, variando la amplitud de la alteración de 0,79 a 1,22 m. Por último, cabe reseñar que ya no fue posible localizar el posible "torreón".
La valoración cualitativa de lo destruido es forzosamente muy negativa, pues además de las señaladas modificaciones en las defensas, internamente se ha desmantelado la zona con mayor potencial arqueológico del yacimiento: las dos plataformas que existían en el este y el oeste. En extensión se ha destruido entre un 40-45 % de la superficie útil del recinto, desgraciadamente coincidiendo con la más fértil arqueológicamente hablando.
 

Cronología y encuadre cultural

Los datos que poseemos para aproximarnos a la fecha de erección y habitación del yacimiento son de tres tipos, a saber: bibliográficos, referencias orales y materiales depositados en las instituciones. Dentro de los primeros, los datos bibliográficos, tenemos la referencia cronológica de finales del siglo XVIII, de Lope José Bernardo de Miranda y Quirós, quien afirma que en él "se encontraron no hace muchos años monedas romanas".
En 1900, matizando esa información, en el supuesto de que se refiera al mismo hallazgo numismático, Bellmunt y Traver dice que en las "cercanías se encontraron monedas romanas imperiales". Esta última cita es importante no sólo porque corrobora la información de Lope José Bernardo de Miranda, sino también porque la matiza al situar el tesorillo fuera del recinto, "en las cercanías".
El paradero de estas monedas se desconoce y, por tanto, la referencia no sirve para encuadrar cronológicamente el asentamiento, más teniendo en cuenta la existencia de una posible calzada romana -forzosamente imperial- que atravesaría el concejo.
De las referencias orales destaca la recogida por Leonardo Martínez Faedo y Fructuoso Díaz García sobre la que hace Enrique Caso de "algunas cerámicas con decoración peinada" procedentes del castro y que habrían sido depositadas en el Museo Arqueológico Provincial de Oviedo. Nosotros hemos comprobado este último detalle y, tal como nos aseguró en 1994 la entonces directora, Matilde Escortell Ponsoda, dicho depósito no se había realizado aún.

 
La cerámica peinada tiene una cronología muy amplia, que iría en este caso desde la Edad del Hierro a época medieval, pero sin conocer en detalle la pieza o piezas, y sin más referencias de contexto, no es posible aceptar la proyección cronológica del hallazgo.
Respecto a los hallazgos de materiales depositados en instituciones, hay dos: el primero se refiere al realizado por Joaquín Alejo Lloris, entonces alcalde-presidente de la corporación del municipio. En una visita al yacimiento, el 1 de abril de 1985, y tras las primeras obras citadas de desmantelamiento parcial del castro, encontró una moneda, que depositó en el Museo Arqueológico Provincial de Oviedo, moneda que fue catalogada por su directora, Matilde Escortell Ponsoda, como elemento sin valor numismático, por tratarse de una imitación de un bronce hispanorromano.
El segundo se refiere al realizado por Vicente Rodríguez Otero el 13 de junio de 1994. En esta inspección se recuperó un pequeño fragmento cerámico que quedó depositado en la propia Consejería de Cultura. Lleva la sigla C-01-94, y su descripción es como sigue: fragmento de galbo curvo, de pasta de amasado profundo y arcilla con degradantes escasos, muy pequeños, posiblemente cuarcíticos y micáceos. Cocción reductora y fabricada a torno. Dimensiones: 2,58 cm alto x 3,37 cm ancho x 0,6 cm de espesor. Sin embargo, un fragmento tipológicamente tan amorfo, sin decoración y sin contexto, no permite tampoco un encuadre cronológico ni siquiera para la pieza.
Así pues, carecemos de datos específicos para ubicar la fundación y perduración de hábitat del yacimiento. Sin embargo, cabe pensar, utilizando como marco general el entorno geomorfológico y cultural en el que se encuentra el poblado, sobre todo si se confirma con excavaciones rigurosas la cronología temprana de los castros de Villaviciosa, que su fundación tiene lugar en la Edad del Hierro y que su pervivencia se mantiene en época romano-imperial, no siendo descartable, como algún otro castro del surco prelitoral, una pervivencia hasta época medieval, y más en este concejo, donde la gran explosión demográfica del mismo data de esa última época.
Sus habitantes. En el supuesto de que el poblado tuviese una fundación prerromana, tal como apuntamos más arriba, estaría habitado por los lugones, cuya capital (Paelontium), la actual Beloncio (Arnau Basteiro, 1988), en el concejo limítrofe de Piloña, no estaría lejos, y a tenor de las dimensiones del yacimiento sus moradores no superarían el centenar.
 

La Carta Arqueológica de Cabranes 

La Carta Arqueológica de Cabranes fue realizada en 1993 por Leonardo Martínez Faedo y Fructuoso Díaz García, bajo la supervisión técnica y administrativa de Vicente Rodríguez Otero. En dicha carta se recogen, tanto en cada ficha como en la memoria, las vicisitudes por las que pasaron los yacimientos y la correspondiente bibliografía.
Análisis del inventario. En el trabajo de campo se reconocieron un total de 19 yacimientos, que abarcaban cronológicamente desde la Prehistoria hasta la Baja Edad Media, de los que se hizo la correspondiente ficha.
La primera conclusión que se extrae del inventario arqueológico es que estamos ante una densidad de restos patrimoniales, más teniendo en cuenta el ámbito cronológico, relativamente alto: 2,03 yacimientos por kilómetro cuadrado.
Tipológicamente, de ese total de 19 yacimientos, nueve son edificaciones, cuatro se incluyen dentro del grupo de "diversos", tres representan las necrópolis tumulares, dos son hallazgos sueltos -sin contexto-y uno es una necrópolis medieval. De ellos, en cuanto a "Especificaciones más usuales", tres se corresponden con iglesias, tres representan a las necrópolis tumulares, otros tres hay que encuadrarlos dentro del grupo de "diversos". Hay dos castros y se han documentado dos sarcófagos, y aparecen con una sola unidad: un castillo, un despoblado, una ermita, un tramo de calzada romana, una mina y una necrópolis de "tumbas de lajas".
Esta variación también tiene proyección altitudinal ,pues si bien la mayoría de los yacimientos o referencias apuntan a lugares con más de 400 metros de altitud sobre el nivel del mar (en adelante msnm), existe una variación importante: mientras que San Julián de Viñón se encuentra a 160msnm, el "túmulo de Aliño" está a 539.
Por parroquias, la que más yacimientos tiene es Fresnedo, con siete. Le siguen Torazo y Viñón, con cuatro; en Pandenes se conservan dos y uno sólo en Gramedo y Santa Eulalia.

 
Yacimientos arqueológicos del concejo de Cabranes

Yacimientos arqueológicos del concejo de Cabranes

 

El poblamiento de Cabranes. Desde el punto de vista cronológico, muy sintéticamente y como primera aproximación, el concejo tiene tres estaciones, que se sitúan en el Neolítico, una en el Bronce, tres en época romana, una es correlacionable con época altomedieval, diez son referencias medievales y, por último, existe un elemento del que no es posible precisar su cronología, la bocamina de la Riega de la Carnicera, en el paraje denominado Riega de los Melones.
Lo primero que llama la atención en el inventario es, por un lado, la ausencia de yacimientos del Paleolítico, más teniendo en cuenta que todos los municipios limítrofes poseen algún yacimiento de este tipo y, por otro, una presencia del hombre, relativamente amplia para la época, a partir del Neolítico, hace aproximadamente unos siete mil años, por gentes que se dedican al pastoreo. Ocupan, entonces, las zonas altas del territorio, propicias al mantenimiento de pradera natural. Testigos de su presencia son los cinco túmulos funerarios que nos dejaron en Monte Aliño (Fresnedo), en Monte Incós (La Parte) y en Peña Cabrera (Niao). Desgraciadamente, los túmulos de Peña Cabrera fueron destruidos por las obras de acondicionamiento del área recreativa.
Estas estructuras megalíticas, de planta subcircular, escaso diámetro y poca altura, no conservan la cámara funeraria, ello en el supuesto de que existiese y las zanjas de pozos de saqueo no la hubiesen desmantelado. La masa tumular está constituida por tierra con algunos aportes pétreos.
Cabe pensar que los constructores de estos pequeños túmulos forman parte de una red social más amplia, con claras manifestaciones en los municipios limítrofes de Sariego y, especialmente, Villaviciosa, donde parece que está muy clara la relación de ocupación costera-cadenas litorales.
Sin embargo, no es descartable que los túmulos puedan tener una cronología más tardía o incluso una perduración de su uso en el tiempo hasta el Bronce Medio.
Esta población neolítica parece que tiene clara continuidad cronológica en la Edad del Bronce, pues deja como constancia la inscultura de la Peña de Santiago (La Puerta), lugar que tendrá posterior ocupación medieval. La cercanía entre la inscultura y las tumbas de lajas hace pensar en la pervivencia de un espacio sagrado durante mucho tiempo.
Más tarde, aunque no con ciertas dudas, en la Edad del Hierro aparecería un nuevo aporte demográfico del que no sabemos con certeza si, además, se dedicó también a realizar actividades extractivas. De este momento existe una buena representación en la Coroña de Castro (Hería), probablemente habitado por los lugones, que tendrían capital no lejos del lugar, en Paelontium (Beloncio, Piloña).
Ligado a la actividad de los lugones, pero sin descartar tampoco una época posterior, está la bocamina de la Riega de La Carnicera, no lejos del yacimiento anterior.


 
Mayor presencia aún en el territorio la dejaron los romanos. En esta época parece que habría una amplia red viaria en el concejo,el cual estaría cruzado tanto de este-oeste como de norte a sur. En el primer caso, la comunicación este-oeste, representada por el tramo de calzada romana del Camino de los Moros (Pandenes), formaría parte de una vía de comunicación ligada a Villaviciosa y que recorrería parcialmente las sierras litorales, uniendo La Campa con Rali.
La ruta sur, planteada en su día por Aurelio de Llanoy Roza de Ampudia (1928), uniría Villaviciosa con Infiesto. En relación con ella y transversal a la anterior, podría estar La Miyar (Torazo), donde parece que hubo una piedra miliar.
Es probable que de esta época date el castro o más bien torre del castillo de La Cobertoria (Castiello, Torazo), que por su posición no sólo dominaría el fondo del valle formado por los ríos Sales y Viña, sino que también constituiría un refuerzo en la citada ruta viaria norte-sur.
Es, sin lugar a dudas, en época medieval cuando se produce el gran despegue demográfico del concejo.
Existe una referencia documental a la iglesiaparroquial de Gramedo, de 846, ocupando, por tanto, el tercer lugar en antigüedad fundacional en edificios de este tipo de Asturias, después de la de San Martín de Argüelles (Siero) (583) y Santianes de Pravia (último tercio del sigloVIII). Por tanto, se construye dos años antes que la de Santa María del Naranco.
La lápida fundacional citada, compuesta por dos fragmentos y hallada el 24 de mayo de 1921, durante una reforma del edificio,lleva la siguiente inscripción y lectura (García de Castro, 1995: 83):
 
Lápida fundacional de la iglesia de Gramedo

Lápida fundacional de la iglesia de Gramedo

La traducción de la misma quedaría fijada como sigue: "En el nombre del Señor, se hizo esta iglesia en la era 884 (año 846): Adeganio...", siendo este último, probablemente, el presbítero encargado de la obra.
De época altomedieval, y en cualquier caso anteriores al siglo XI, posiblemente daten los restos de cimentación de construcciones que subyacen bajo la actual iglesia de San Julián de Viñón, excavados por el Prof. Dr. D. Francisco Javier Fortea Pérez del 27 de febrero al 9 de marzo del año 1984.
 
De época Pleno Medieval y Bajo Medieval cabría reseñar las necrópolis de tumbas de lajas. Una de ellas, ubicada en el interior y alrededores de la citada iglesia de San Julián de Viñón, donde apareció, además (1990), una lauda sepulcral con nervadura central, en relación con una zanja perimetral que sin control arqueológico se había llevado a efecto. La otra, ya referida anteriormente, la de Santiago, muy cercana a la inscultura de la Edad del Bronce, lugar conocido también como Peña Negra o Torreón de La Cisa. En este punto llama la atención la ausencia de algún templo consagrado, por lo que habrá que pensar que la capilla, cerca de la carretera y a la entrada de la plataforma en la que se ubica la necrópolis y la inscultura, rodeada de jóvenes tejos, esté retomando la tradición de algún edificio religioso anterior. Curiosamente, en relación con este espacio sagrado, existe una leyenda que refiere que hay guardado un tesoro de oro y plata y que conserva un bloque pétreo de 4-5 metros de altura en su lado más bajo y de unos 20 metros en el contrario, debido a la ruptura de pendiente que se produce. Presenta, en la parte sudeste, restos de una inscripción de la que sólo se leen las letras S y O.
Más restos funerarios, en este caso descontextualizados, están representados por el sarcófago antropomorfo que se conserva en la plazoleta de la iglesia de Santa Eulalia.
En época Pleno Medieval cabría situar la pequeña ermita románica de San Lorenzo de Camás, con influencias cistercienses, probablemente del rico monasterio villaviciosino de Valdediós.
Pero no todo es arquitectura religiosa, tal como lo demuestra la Torre del Cueto (Fresno) y el despoblado y malatería de Guardo (Naveda). Asimismo, en Torazo. se descubrió un horno de cerámica en el lugar conocido como La Huerta [finca de Joaquín Álvarez de la Prida], fechado entre los siglos XII y XIII.
 
Bibliografía. Miranda y Quirós, Lope José Bernardo de: Monografía sobre el concejo de Cabranes, para elDiccionario Geográfico-Histórico, de Martínez Marina, en Mases, José Antonio: «Cabranes»; Madoz, Pascual (1845-1850): Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Asturias, Madrid; Vigil, Ciríaco Miguel (1887): Asturias Monumental, Epigráfica y Diplomática, Oviedo; González Aguirre, José (1897): Diccionario Geográfico y Estadístico de Asturias, La Habana; Bellmunt y Traver, Octavio (1900): «Cabranes», en Asturias, tomo III, Gijón; Llano y Roza de Ampudia, Aurelio (1928): Bellezas de Asturias. De oriente a occidente. Diputación Provincial de Oviedo, Oviedo; González y Fernández-Valles, José Manuel (1959): 17 fichas y 17 fotografías de su archivo personal; - (1966): «Catalogación de los castros asturianos», enArchivum, XVI, Oviedo; Tolivar Faes, J. R. (1966): Hospitales de leprosos en Asturias durante las edades media y moderna, Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo; Mases, José Antonio (1970): «Cabranes», en Gran Enciclopedia Asturiana, tomo 3, pp. 172-183, Gijón; González y Fernández-Valles, José Manuel (1973): "Recuento de los túmulos sepulcrales megalíticos de Asturias", en Archivum, XVI, Oviedo; Gómez-Tabanera, J. M. (1974):Prehistoria de Asturias, Dpto. de Prehistoria y Arqueología, Universidad de Oviedo, Oviedo; González y Fernández-Valles, José Manuel (1976 y 1980): Miscelánea Histórica Asturiana, Oviedo.; --(1978): «Asturias Protohistórica», en Historia de Asturias, Ayalga Ediciones, Salinas; Fernández Ochoa, Carmen (1982): Asturias en la época romana, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid; Palacio Carús, Leopoldo (1983): Historia gráfica de Asturias. Cabranes, Ayalga Ediciones, Salinas; Arnau Basteiro, Enrique (1985): Carta Arqueológica del Concejo de Piloña, inédita, depósito Consejería de Cultura; Pérez Junco, Emiliano (1990): Cabranes. Notas sobre historia, vida y arte del Concejo. Gijón; Martínez Faedo, Leonardo y Díaz García, Fructuoso (1993): Carta Arqueológica del Concejo de Cabranes, inédita, depósito Consejería de Cultura; Díaz García, Fructuoso (1995): "Carta Arqueológica del Concejo de Cabranes", en Fortea Pérez, J. (Ed.): Excavaciones Arqueológicas en Asturias 1991-1994, Servicio de Publicaciones del Principado de Asturias, pp. 229-231, Oviedo; García de Castro Valdés, César (1995):Arqueología cristiana de la Alta Edad Media en Asturias. Real Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo. (V. R. O.)
 

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